Dignidad, la última batalla

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“Qué el árbol no tape al bosque” dice un viejo proverbio a la hora de poner en claro lo que los días, el tiempo y la sensaciones van mostrando.

 

No pasó la sequía para muchos, donde la cosecha tuvo de todo, desde algunos casi récords de rindes en la costa del SE hasta los peores rindes en pleno Sudoeste, entre temporales y otros, ahora El Niño se disfraza de inundado y los canales enfocan para el norte, donde todo el agua que faltó por estos pagos, la están devolviendo con recargo en Corrientes y otros lares. Por eso, como no había que contar la fina antes de tiempo, la torpeza de hablar de una campaña prometedora con apenas sembrados los porotos, es casi tan "yeta" como gritar el gol antes de que entre al arco la pelota.

 

El himno de “no hay plata” se canta en todos lados, en el gobierno, en las calles, en los bolsillos de muchos, pero nos propone el enorme desafío de aprender a comprar, de no gastar en lo que no queremos, en no pretender que “de prepo” un padre llamado Estado al que nadie le pidió consejos, nos haya obligado durante años a consumir cosas que no podíamos pagar, pero como todo “niño caprichoso”, hoy nos duele tener que hacernos cargo de que cada uno debe saber hasta “dónde” alcanza y no que la acumulación de cuotas “porque parece barato y se lo come la inflación”, nos haya llevado a comprar lo que muchos, ya no tienen con qué pagar.

 

A nadie le gustan las retenciones, claro que no. Es el impuesto más distorsivo y confiscatorio que puede tener un sector, porque no tiene una asignación final, como cualquier otro tributo cuyos egresos, tienen claros objetivos. Acá te sacan y después vemos, sin dudas es el impuesto al capital más injusto de los impuestos. Pero no voy a perder tan rápido la memoria: porque al menos, el dólar oficial se parece mínimamente al de la calle y nadie nos cambia los “Don Washington” por papeles de colores, o se parecen bastante a ese señor de cara buena del billete. Cómo tampoco nadie llama al mercado amenazando, diciendo “cuánto tienen que pagar” por la carne, o mientras hacemos campañas en el exterior, nos prohíben exportar cortes, o nos dan cupo para vender el trigo, harto del hartazgo de que en un mundo ansioso por producir, aquí siempre íbamos a contramano, tratando de que nadie haga demasiado, no sea cosa que al país, le vaya mejor.

 

Una vez fui testigo y no quiero olvidarme: bajó la carne y desde el consumidor, el carnicero y el frigorífico, aprendieron que si es caro, no se compra y si bajó el precio de la hacienda, corresponde su correlato en los mostradores. Por eso, festejo ver como comenzamos cada uno de nosotros a recorrer los precios, aprendiendo a decir “que no” y si no se vende, el precio baja, es tan simple como lógico, pero nunca nos dejaron probar para ver cómo era.

 

Por eso festejo el final de las medialunas en el desayuno de la rosada, no porque con eso podamos cambiar mucho, pero si al menos sentir por un instante, que no soy el único idiota que restringe sus gastos, mientras que los que gobernaron por años, se cansaron de reírse de nosotros, repartiendo a gusto, para que cada día haya más pobres, más impuestos y más sacrificio, ese que con aquellos o con estos, tendremos que hacer, pero con estos, siento que al menos no estoy tan solo.

 

Dame retenciones, dame ajustes, dame impuestos, que si nos toca a todos, va a ser más fácil, al menos para los que la tuvimos que poner siempre, seguro que al que nunca le tocó, no le va a gustar, solo decirle, bienvenido, no hay salvavidas para nadie, o nos salvamos juntos o nos hundimos todos, basta de mirarla de afuera.

 

Ellos van a pelear, van a intentar por todos los medios, que esto no funcione, porque si funciona, tendrán que trabajar, tendrán que pagar, tendrán que dejar de tener el mando, tendrán que tal vez, sacrificarse. Por eso, así como ellos van a dar pelea, yo estoy dispuesto a dar la mía, porque podremos ser pobres, podremos tener una vida difícil, pero lo que no quiero nunca más, es que nos arruinen como cultura, como sociedad y sobre todo, como personas dignas, algo que hace rato, estaban logrando y al menos hoy, tengo la esperanza de que la pelea, comience a ser más justa.

 

Es ahora, hoy es el momento de defender lo que no queremos nunca más de vuelta, mañana como siempre, va a ser tarde.

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