Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
Los argentinos somos contradictorios. Nos emociona ser argentinos y también sufrimos por ello. Nos quejamos, suspiramos, protestamos y, no obstante, seguimos queriendo a nuestro país.
El escritor cordobés Marcos Aguinis escribió un libro en 2001 cuyo título es “El atroz encanto de ser argentinos” y que, a medida que nos introducimos en su lectura nos hace dar cuenta que nada cambió en los últimos 23 años.
“Nos duele la Argentina y su pueblo. Por eso es atroz nuestro querer”, señala el autor, para recordar que “figuraba entre los países más ricos del mundo y su presupuesto educativo era tan grande que equivalía a la suma de los presupuestos educativos del resto de América latina. Gestó científicos, artistas, escritores, deportistas, humoristas, héroes y políticos trascendentales. Estuvo a la vanguardia del arte y de la moda. Absorbía como esponja lo mejor del mundo. Sin embargo, nuestra república parece extraviada. Peor aún: ajada, maltratada y al borde de la agonía […] En varias oportunidades empezamos a correr con la esperanza de encontrar una salida redentora. Los pórticos tenían colores diversos y hasta antagónicos en algunos casos. En cada oportunidad avanzamos felices, ahítos de esperanzas, encendidos por las expectativas que blasonaba la dirigencia de turno, hasta que nos dábamos de narices. Y buscábamos otra ruta, pero sumando la fatiga de anteriores fracasos. Sentimos que nos asfixiamos dentro de ese laberinto en cuyas hondas cavernas estamos metidos hasta las verijas. Todo laberinto, no obstante, tiene una salida. Eso no se cuestiona. Pero cuesta llegar a ella”.
Esta apretada argumentación que hace Marcos Aguinis nos sigue persiguiendo en la Argentina actual. Deseamos salir del laberinto, pero aún continuamos enredados en nuestros propios laberintos. Ya José Ortega y Gasset nos estudió con interés y dijo que “el argentino tiende a resbalar sobre toda ocupación o destino concreto”. En buen romance nos trató de apresurados, superficiales, que no concretamos nada por falta de precisión y tenacidad.
Ahora estamos transitando una nueva etapa dentro de esta maltratada etapa democrática. Nos seguimos yendo por las ramas para eludir culpas y así justificar el statu quo que empobrece y llena los bolsillos de dinero a unos pocos. Existen políticos, sindicalistas, líderes de movimientos sociales, y también una parte de la sociedad, que eluden ver la realidad tal cual es y no quieren ser parte de la solución.
Mientras, hay otra parte de la sociedad, cansada de tantas vueltas y de ver que la decadencia se va acentuando, que eligió poner proa hacia un destino más cierto y que tiene consonancia con el mundo libre; aunque son conscientes de que aún continúa en el laberinto, buscando una salida, pero alienta en el fondo una exclamación que hace al final del libro Marcos Aguinis: “¡Aguante Argentina, todavía!”.
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