El límite de todas las cosas

 

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Alguna vez te preguntás “ella que pensaría”? Tal vez tendríamos un mundo mejor, tal vez menos gente corrupta, mal intencionada, esa que verdaderamente es mala leche, tal vez no cruzaría esos límites. Tal vez, quien sabe, porque no todas son como la tuya y la mía, alguna quizás, la vida la golpeó tan pero tan fuerte, que no le dio la posibilidad de ser ese ejemplo de límite, entre lo bueno y lo malo.

 

Hablar de tu vieja o de la mía, seguramente representa mucho más que la simple situación de saber, “que es lo correcto” porque abarca tan ancho que sería encasillarla bajo un solo sitio. Los parámetros serían muy extensos, pero seguramente surgiría el coraje, la pasión, la tozudez, el conocimiento, el amor, la fragilidad, los temores, las sensibilidades, las limitaciones propias, todo eso también forman de un extenso paquete que poco o mucho, fue heredándose, para que una mezcla de lo de uno mismo, surja la persona que tal vez hoy seas.

 

Por eso a veces cuando veo a nuestros líderes políticos, ser tan patéticos, ser tan limitados, ser sobre todo, tan pero tan deshonestos, con grandes desviaciones a la delincuencia, al quedarse con lo que no es propio, pero sobre todas las cosas -y aquí muy pocos deben quedar afuera-, mentir, tan pero tan descaradamente, como lo han hecho prácticamente todos los que gobernaron y lo hacen a diario quienes hoy gobiernan y quieren intentar seguir haciéndolo, por ellos me pregunto: que diría tu madre? Cristina, Alberto, Sergio, Martín….que diría tu madre del grado de mentira, caradurismo, deslealtad, delincuencia y cuanto sinónimo cabe a una persona tan alejada del bien? Que dirían sus madres? Cuánta vergüenza deberían soportar de ver semejantes aberraciones de la naturaleza, hablando descaradamente, hacia las masas, desparramando daño y miseria a manos abiertas? Siempre, me pregunto, alguna vez mirarán a los ojos a sus madres?

 

Hemos ido tan abajo como país, como sociedad, como cultura, hemos arrasado la herencia del trabajo, hemos creado maternidades aberrantes, carentes del enorme poder que siempre han tenido las madres sobres sus hijos, de darle el ejemplo del sacrificio, de la bondad, del amor más grande y puro, sustituyéndolo por rehenes subsidiados, capaces de seguir “masas” porque “el modelo” así lo pide, porque “los pibes esto o los pibes aquello”. Los pibes? Pibes arruinados, con cerebros lavados, luchando por causas estériles, porque sus propias madres, llevan ya más de una generación, arruinándose.

 

Siempre intento tener una mirada universal, esa que nos da la naturaleza, tal vez por profesión, pero una y otra vez cuando creo que algo está mal, descanso en la más sabia de las miradas, esas que estas mentes arruinadas tienen a veces el desparpajo de cuestionar, como si la evolución de millones de años –y aquí no hablo de un creador para no meter religión en esto-, cuestionan hasta las propias especies, hasta el cauce natural de las cosas, tan elevado tienen el egoísmo y tan supremos han llegado a creerse, que terminan cuestionando el comportamiento de especies que existen, desde que el mundo es mundo.

 

Por eso creo en lo natural más allá del hombre y allí es donde la “madre de todas las madres” nos sigue observando con su mirada tierna, con esa de los mares, vientos, suelos, plantas y animales, esa que en cada una de sus madres, aloja lo más puro de toda mirada, la del amor hacia sus hijos, la de la bondad hacia ellos, la del “darlo todo” por ellos, la de siempre entender todo, para que como cada una de nuestras madres- al estar perdidos- podamos refugiarnos en ella y volver a creer, que todo es posible.

 

Madre, es el límite de todas las cosas, es ahí donde cada vez que creas equivocarte, simplemente repetirse, “qué pensará mi madre de estos actos” y en ello seguramente estará parte de las respuestas a un mundo lleno de hijos, que han perdido para siempre su cauce natural.

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