La etiología dirigencial del peronismo

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Antes de dar paso a esta columna debo hacer una aclaración. Advierto que la misma no va en desmedro de quienes comulgan o adhieren al peronismo como ciudadanos de a pie, a quienes respeto su militancia; sino a la dirigencia que está encumbrada en el poder.

 

Vamos a ser claros. La dirigencia peronista es un caleidoscopio. Puede ofrecer y ofrece cualquier combinación de formas y colores; pero lo que no puede dar -por su etiología- es solución y porvenir.

 

¿Por qué dije por su etiología? Es la parte de la medicina que estudia el origen o las causas de las enfermedades. Todas enfermedades tienen un comportamiento que se manifiesta de una manera y eso le da una característica tal que no puede expresarse de otro modo. La dirigencia peronista hace travestismo en sus variadas presentaciones, pero su etiología es tal que lo hace único.

 

Los últimos sucesos en Jujuy son una clara expresión de su etiología. El caos, el golpismo, la confusión, la avidez por el poder, el engaño, conforman la causa de esta enfermedad que nos viene afectando a todos los argentinos desde 1944 a la fecha, especialmente cuando creen que van a perder su capacidad de continuar gobernando.

 

Es el único partido político que nació en los cuarteles como consecuencia de una sociedad perturbada por los acontecimientos nacionales y mundiales que se dieron entre las décadas del ’30 y del ’40, y que ha logrado captar a millones de personas haciéndoles creer en la idea de que es el único que puede gobernar. Tanto es así que algunos dirigentes que no son peronistas se pasan de bando para ejercer el poder que se les promete o se dejan comprar con espejitos de colores.

 

La máscara debe caer alguna vez. La dirigencia peronista y todos sus “ismos”, no ha traído soluciones ni porvenir a los argentinos. Las soluciones y el porvenir han sido para ellos, que se comportan como generales de un ejército de ocupación, donde el poder, la rapiña, el mensaje hegemónico y la dádiva está por, sobre todo, desdeñando cualquier límite exigido por la Constitución Nacional. Esto nos viene arrastrando desde hace casi 80 años a la decadencia institucional, el acrecentamiento de la pobreza, la corrupción en todos los niveles de gobierno, la apertura de una grieta que no será fácil de cerrar y al desprestigio como país.

 

Lo que sucedió en Jujuy, no es más que una prueba de lo que puede suceder con el país si en las próximas elecciones una parte importante de la dirigencia peronista pierde su cuota de poder. Hay que estar preparados, pero con la Constitución en la mano, para defender la democracia. La violencia no se combate con violencia. A la violencia se la vacía con la concurrencia de la Justicia y el apego a la Ley de Leyes, además de la activa participación ciudadana que debe dejar de dormir la siesta para ejercer su legítimo derecho a vivir en paz y libertad.

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