Cuestión de fe

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Llueve y la lluvia tiene esas cosas, por eso entender lo que ocurre en el interior, no siempre es tan sencillo para los que ven solo una mirada citadina de las cosas. Es cierto, llueve para todos y cuando se inunda una ciudad, cuando las casas quedan bajo agua, cuando hay gente con frío, mojada y en riesgo, nadie niega que las cosas son delicadas. Pero en el campo, en el campo es otra cosa.

 

Alguno dirá, “pero estos tipos, no hablaban de sequía?”, si claro, y que sequía, esa misma que dejó afuera la mitad de las toneladas de trigo y que promete –porque la mitad ya está afuera- dejar más que el 50% de caída de cosecha de soja, sigue estando vigente. Son desgracias, son cuestiones climáticas, pero las inversiones, los riesgos, las pérdidas, siempre son de un privado, el estado solo deja de ganar, el privado, pierde y no tiene revancha con lo perdido.

 

Por eso el agua, es el desnudo de la producción agropecuaria. Su falta o su exceso, provoca la pérdida, lenta, agónica o a veces abrupta, cada día la esperanza es tierra que se va de las manos y no hay tecnología – una vez instalada- capaz de frenarla, no hay insumo que la salve, es lo hecho previamente y no hay mucho más por hacer. Por eso, ahí el estado con su intervención de retenciones más impuestos, es la lápida final, es la patada en la cabeza para que quien esté moribundo, deje de vivir, es así de gráfico y doloroso.

 

Llovió y pienso en los de Estación Colina, donde en menos de un día, los 250 milímetros que vinieron a calmar la sed de un suelo y una región destruida por la seca, viene a llevarse el último de cualquiera de los alientos de esperanza. Si allí hubo algún cultivo en pie, difícilmente quede algo, habrá rebrotes, habrá vida de aquí en adelante, pero donde queden 3-4 dias bajo agua,  ya están fuera de juego.

 

Porque el agua bajará, pero los caminos no servirán, habrá muchos días sin que nadie transite, raro no? El mismo camino donde el estado se queda con el 60% de lo facturable (no de las ganancias), es un camino inhabilitado por el estado, porque nunca invirtió en el, nunca permitió que la leche de un tambo transite, que el cereal se cargue a un silo, que la hacienda vaya a un frigorífico, no, todo eso depende del buen clima, el estado ahí está ausente, solo viene a cobrar, cualquier parecido con el Japón feudal de hace 500 años y la Afip persecutoria, no es mera coincidencia.

 

Alguien se imagina una vaca parida con medio metro de agua en sus patas? Bueno, ese ternero ya no está, el fruto de la espera de 9 meses, desaparece en 24 hs, por clima, por no tener recursos, por vivir siempre al límite con un mercado intervenido eternamente y que ni bien asoma la cabeza con algún valor en recuperación, rápidamente es puesto bajo la lupa, no hay manera de que alguna cuestión fortuita, permita una ganancia extra. En los campos, no aparece un bombero a sacar agua de una casa, nadie llega con cuadrillas a recorrer potreros, cuando hay pérdidas, las perdidas repetimos, insistimos, son privadas, tienen dueño y arreglate.

 

Me llegan los registros y pienso en todos esos héroes sin capa, ni mejores ni peores que cualquier obrero, que cualquier albañil, que un médico o que un docente, pero héroes al fin. Creyentes como ningunos de que siempre lo mejor está por venir, aunque pase medio año sin una gota, aunque te caigan pedradas, aunque pase un tornado o aunque como ayer, te inundes hasta el último metro, mañana ya estarán pensando que es lo que sigue, que potrero se siembra, que servicio se le da a las vaquillonas y sobre todas las cosas, volverán a pensar en la próxima lluvia, porque el agua, es la fe que mueve montañas.

 

Es fácil hablar del campo, es tan sencillo señalar con el dedo a quienes cada año en silencio hacen lo que mejor saben hacer, sin pedir nada, sin reclamos, solo pensando en el futuro. Por eso, tras las lluvias, habrá revancha, porque una vez más volverán a creer en lo único que un productor cree: en sí mismo, la única religión en la que todos estos héroes sin capa profesan cada día. 

 

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