Adiós a Bruce Willis

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Después de ver tantas películas de Bruce Willis, donde a pesar de ser golpeado, baleado y ser protagonistas de enormes caídas, se recuperaba casi instantáneamente y triunfaba sobre sus enemigos, me pasó la de Adolfo Quijano, trastocado en Don Quijote de la Mancha, arremetiendo contra molinos de viento. ¿Por qué señalo esto? Porque les confieso que hacer piruetas a los 66 años no es muy agradable, sobre todo cuando uno choca con la punta de una tarima, con un cuadro en la mano, y aterriza con el hombro derecho sobre el piso.

 

Felizmente no me he quebrado nada, pero el dolor muscular y un cabestrillo me mantiene inútil para teclear esta columna, y por eso hago uso de la tecnología del dictado de voz, para que la notebook escriba como autómata, sin signos de puntuación. Luego, con la mano izquierda, hago las tareas de recomposición gramatical del texto. Nunca creí llegar a esto, pero ya lo ven, se puede.

 

Por supuesto que la combinación de hielo, paracetamol e ibuprofeno intentan mitigar la inflamación y el dolor. Hay que hacer descansar la diestra, y realmente no es fácil hacer cosas simples con la siniestra, es decir la mano izquierda. Acá se acaban las ideologías y entra a tallar la habilidad de sortear obstáculos, como el hecho de corregir las faltas de ortografía de la máquina al dictado o la ausencia de comas, punto y coma o punto.

 

En fin, un golpe pavo, pero preciso, nos hace conocer nuestras limitaciones. Nos hace cobrar esa dimensión humana de la realidad y nos da la oportunidad de rehabilitar o de valorar algunas funciones que, cuando estamos intactos y sanos, no ponemos atención.

 

Lo mismo debería pasar con nuestro prójimo. Muchas veces, por mirarnos nuestro propio ombligo, caemos en no percibir a quienes tenemos a nuestro alrededor, no dimensionamos su trabajo, su entrega desinteresada. Sólo lo percibimos cuando él o ellos se acercan para ofrecernos desinteresadamente aquello que nosotros, en nuestra orfandad mezquina, no hemos sido capaces de dar.

 

Un simple golpe que nos reprime algo, nos puede dar segundas oportunidades y dejar marcadas lecciones. En mi caso, cuando vaya a buscar un objeto a un salón, sabiendo que uno es bastante miope en la semioscuridad, debe prender la luz, para guiarse mejor y no tener que estar lamentando un golpe. También he aprendido a descubrir lo grandiosa que es mi mano izquierda para teclear y acomodar palabras, y por supuesto, darle un gran gracias a la tecnología que me permitió dictar esta columna que, aunque imperfecta y hablando de mis cuitas. Finalmente, dejar de ver las películas de Bruce Willis no sea cosa que me crea invencible y la próxima rodada sea más seria… Soy un pibe de 66 años, pero no tengo que exagerar tanto…

Escribir comentario

Comentarios: 0