Un país real para salir adelante

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La multitudinaria manifestación realizada ayer por el campo en su conjunto, mostró que tal vez la idea de que hay una ciudad que está enfrentada con el sector, no sea tan real, o quizás quienes están enfrentados, son los del otro país, ese que se niega a dejar atrás el pasado y poder construir el futuro de país que realmente nos merecemos.

 

El gobierno actual con todo un conjunto de seguidores ideológicos, claramente no quiere al campo, pero en realidad, no quiere al país, no le gusta. Odian la idea de que tengamos un territorio, que esté lleno de campos y peor aún, que tengan gente, que laburen, que produzcan, que desnuden una y otra vez, su perversa idea, de que la plata la generaron los colonizadores, los herederos, los grandes terratenientes, frases que quedaron arrumbadas en algún libro de historia y ellos se niegan una y otra vez, a dejar para siempre donde debe estar, en la historia.

 

El país vive y respira campo y no les gusta. Por eso tal vez, en algún momento, deberían pensar en irse, porque los campos van a estar ahí, porque su gente, a pesar del maltrato, de la falta de recursos que hacia el campo deberían disponer, su gente va a seguir estando.

 

Por eso el campo - no un partido político como el autismo les lleva a querer ver a muchos- les grita basta. Porque no solo el campo está cansado, la gente está harta, todos aburridos de que la única forma que encuentran de salir adelante, sea inventando impuestos. No lo duden, Argentina no solo tiene la mayor carga tributaria existente en el planeta, sino que tiene la inmensa capacidad, de crear impuestos, de los impuestos. Existen los ingresos brutos, el impuesto a las ganancias, el impuesto a la riqueza y ahora queremos inventar, el impuesto a la renta inesperada. El único impuesto que deberíamos crear, es a la política, a que alguna vez, paguen y sufran, lo que debe someterse cualquier ciudadano de a pie.

 

No les gusta la constitución, no les gusta la ley, por eso una y otra vez, quieren reformar todo, como si nuestros grandes próceres, estudiosos de las constituciones del mundo, no hubieran hecho lo mejor que puede existir en la tierra, nuestra constitución es perfecta, pero no les gusta porque no da poderes extraordinarios, porque le otorga a nuestro país división de poderes, por eso la justicia sigue siendo independiente, aunque no les gusten los fallos. No quieren vivir acá, quieren inventar otro país. No quieren nada de lo que hay, por eso quieren reelecciones eternas, por eso inventaron testimoniales, por eso quieren cambiar todo, ellos están equivocados, no nosotros. No quieren al país, ese mismo que a pesar de que los tratados de inflación se han aplicado en todos los lugares del mundo, aquí queremos inventar otra cosa, queremos controlar, queremos subsidiar, queremos hacer que todo parezca bárbaro, mientras la maquinita de dinero funciona y el país se rompe en pedazos.

 

No quieren el país, no les gusta el interior, porque allí, todavía anida la resistencia contra ese gran conurbano que la política inventó, para tener la nueva esclavitud de estos tiempos, esa que te controla con punteros, con subsidios, con promesas, para que no tengan nada, para que vivan en villas aglutinados, pero para poder manejarlos, cosa que no pueden lograr en los pueblos, en los parajes, en los campos, donde aún, anida la dignidad, esa que ya le han arrebatado a millones de Argentinos.

 

Ellos sin dudas, son lo viejo, porque allí viven, en los 70 aunque muchos de ellos, ni siquiera habían nacido. Son el retraso, son el país en blanco y negro, negadores de todo, hacedores de la grieta, realmente son lo que ya no debe existir nunca más en este país. Pero para eso, hay que comenzar a despertar, así, enseñándoles como manifestarse, siendo el ejemplo de unidad, de civilización, de trabajo, de dignidad, de vergüenza, de poner la plata acá, de no robar, de no mentir, de todo lo que nuestro país, necesita para salir adelante. Al menos hay algo que ya todos tienen muy claro, con ellos, jamás lo haremos.

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