El Valor de tener Valores

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

La gran asignatura pendiente de la Argentina es la cuestión moral. Para toda sociedad, hacer coincidir los valores que adoptamos con nuestra conducta, es el pasaporte hacia un mayor bienestar espiritual e incluso hacia un mayor progreso material. De allí que cuando no tenemos el valor de vivir como pensamos, terminamos pensando en la forma que vivimos.

 

La moral es una construcción humana y los valores también. Hemos creado valores a lo largo de la historia de la humanidad y hemos acordado mantenerlos para poder sobrevivir.

 

Los semáforos a veces nos retrasan, pero existen para que todos lleguemos a destino. Así de simple. Las leyes, las normas, las reglas y los valores son convenciones que los humanos hemos creado porque fuimos reconociendo que necesitábamos del otro, del prójimo, para sobrevivir.

 

Los valores no son sino que valen. Son guías de nuestra conducta, pero no a modo de impulsores, como los instintos, sino como algo que atrae. Algo a lo que le podemos contestar afirmativa o negativamente.

 

Cuando hablamos de valores, nos remitimos a: Honestidad, Equidad, Responsabilidad, Transparencia, Prudencia, Ética, Respeto, Compromiso y Tolerancia. Estos valores deberían distinguirnos porque nos ayudan a salvarnos y a salvar mancomunadamente nuestras comunidades.

 

El filósofo Emmanuel Kant establecía: “Obra como si quisieras que tu máxima pudiera establecerse como principio de legislación universal”. Esto, que parafraseado significa que debemos hacer a los demás lo que deseamos que los demás nos hagan a nosotros, implica que si obramos de esta manera, que coincide con lo que esperamos de los demás, estaremos contribuyendo a crear una mundo mejor. Sin embargo, en nuestro querido país hay gente que sigue teniendo la percepción de que todavía en nuestra sociedad la traición a los valores éticos paga y que la impunidad está garantizada, especialmente si en el medio existe poder político y económico, causante de la corrupción y la inseguridad.

 

Mirados por este dinosaurio de más de 63 años, cuyo optimismo sigue intacto porque intenta diariamente vivir y convivir con ellos, los valores son un desafío extraordinario que se nos presenta en todos los ámbitos de nuestras actividades y vínculos. Hacerlos presentes en la cotidianidad de nuestra labor, porque son particularmente sólidos e innegables, nos permitirá seguir aportando diafanidad a nuestras comunidades y por ende al país que nos cobija.

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