En la tierra, como en el cielo

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La Semana Santa en la Argentina, es un compilado de realidades disímiles que nos muestran tal cual somos, fundamentalistas de todo lo extremo, dueños de nuestros propios desastres, culpables de casi todas nuestras miserias, pero místicos en el fondo, como si siempre “el barba”, tuviera que venir cada 8 o 10 años, a bajar la salvación de todo el desastre hecho. Indudablemente si en el cielo existieran familias numerosas, Dios necesitaría unos cuantos hijos para bajar en nuestros pagos.

 

En cualquier encuesta, dos de cada diez argentos –y seré generoso- son férreos practicantes, el resto seguramente hace tiempo dejaron de transitar los templos y mucho menos cualquier sacramento, sin embargo, por mandato y obligación, las pascuas se transforman en feriado de viajes, vacaciones, juntadas, gastos y otras yerbas, que nada tienen que ver con la principal fecha de recordatorio de nuestra fe, al menos de la cristiana. Así como muchos no comen carne, otros han decidido que las pascuas sean motivo de amotinamientos militares, para algunos el momento de un acuerdo de precios y para la mayoría, recordar que el de arriba otra vez decidió que en el sudoeste semiárido, no haya lluvias y se transforme en semiárido, como si esto fuera otra maldición y no una simple realidad. Dignos más que de un psiquiatra, de alguna prueba de lobotomía extrema.

 

A esta altura quien siga el texto o el relato, creerá que esto es una verdadera ensalada, a lo cual, claramente respondo que lo es, porque eso es lo que somos. Sino recordemos los 10 años insultando a Moreno, para que ahora –salvo el detalle de la pistola en el escritorio- realicemos una política de control de precios parecida y es creer o reventar: si en algo el cavernícola Kirchnerista tenía razón, es que sin dudas el empresario argento es hijo del rigor. Si gana plata, querrá ganar más. Si deja de ganar mucha plata, querrá pagar menos impuestos. Si el estado le pide algún tipo de precios sugeridos, seguramente se lo recargará a quienes producen. Pero de ninguna manera, retrocederá un centavo en el mostrador, así exploten de oferta de productos en su góndola. Siempre para adelante, jamás, para atrás, aunque se funda, pero bajar un precio de su propio gran bolsillo, parece prohibido para cualquier supermercardista de este territorio.

 

Son culpables? Es difícil decir que sí, pero es imposible decir que no, más aún cuando uno compara cualquier rentabilidad de supermercados en el mundo, donde aquí seguramente encontrará la más alta. Es cierto, el costo argentino, los empleados, las cargas sociales, impuestos sobre impuestos, el iva, ganancias, todo lo que quieran mencionar y después de realizar las mil y una tropelías financieras, en caso de que “toque la mala”, se escudarán en sus empleados, pedirán ayuda pública, culparán al universo, pero jamás reconocerán las cientos de veces que más que estabilidad, buscaron siempre rentabilidades al extremo.

 

Y las pascuas? Cierto, estábamos hablando de las pascuas y hoy quienes aún creemos –cada vez somos menos- nos metemos un segundo para adentro y entendemos que sin esperanza, la vida se transforma en un simple paso sin sentido. Y allí, en ese robar la esperanza que cada cuatro años practican gran parte de los políticos en la Argentina, nace el final de los sueños que parecen a veces más lejanos. Hoy, domingo de resurrección Jesús invita a ese ejercicio: el día que volvemos a renovar la esperanza de que los milagros existen y con ellos, que una nueva Argentina sea posible. Podrá decir que aquí es imposible y podré contestar que simplemente se trata, del milagro de la fe.

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