Al calor de la mentira y la transgresión

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

El extremo calor de la semana me ha quemado la cabeza, pero mucho más la realidad de un país que me da la sensación de no tener deseos de progresar, de sacarse de encima las lacras que lo aquejan.

 

La mentira, la tergiversación, no es un invento de estos momentos actuales. Es tan antigua como la humanidad. Y si a ello le sumamos la falta de imaginación, estamos ante el armado de un combo perfecto de la política argentina en general, y de algunos sectores políticos en particular, que arrastran mañas delictuales que fueron perfeccionando desde 1945 hasta nuestros días, salvo honrosas excepciones.

 

Las sociedades más adelantadas son libres donde un puñado de valores que hacen a la dignidad tiene vigencia institucional. La nuestra, en cambio, además de involucionar en el pensamiento y en la acción, sigue dando a luz y amamantando a políticos de ideas rancias, reaccionarias, atrasadas, que quieren desandar la historia disfrazándose tramposamente de progresistas. 

 

Tampoco esto es un descubrimiento actual. Ya Charles Darwin, el naturalista inglés que recorrió nuestro país entre 1833 y 1835, señala: “Los habitantes respetables del país ayudan invariablemente al delincuente a escapar: parecería que piensan que el hombre ha pecado contra el gobierno y no contra el pueblo”.

 

El fenómeno colectivo de endiosar al transgresor tampoco es una manifestación exclusivamente argentina, pero entre nosotros presenta características agudas que fueron agravando este proceso. Basta ir a la historia cercana para darnos cuenta de ello. Un presidente de la Nación como Carlos Menem, con la Ferrari Testarossa manejando hasta Pinamar sin pagar peajes y a más de 200 kilómetros por hora, por nombrar algunas de las más mínimas transgresiones, porque también tuvo otras más grosas como hacer volar la Fábrica Militar de Río Tercero, para tapar el contrabando de armas.

 

Tenemos otras más graves: otros presidentes del mismo partido robaron a manos llenas y aún siguen siendo señalados como salvadores de la patria, porque durante los 12 años de gobierno les dejaron comer al pueblo algunas migajas, llámese tarifas de servicios públicos irrisorias, entre otras formas de entregar el Maná del cielo.

 

También la semana pasada, todo el arco peronista se unió para rechazar en la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo el Decreto de Necesidad y Urgencia de extinción de dominio que firmó el presidente de la Nación en enero y que apunta a recuperar los bienes de la corrupción. La pregunta que me hago es si muchos de los que votaron en contra tienen miedo de perder lo mal habido…

 

El calor extremo es duro, pero más duro es el statu quo en el que estamos los argentinos. No podemos mentirnos más. No podemos seguir endiosando a los transgresores y mucho menos a los corruptos. Hay que tener memoria por una vez en la vida y también el valor de la vergüenza. Alguna vez los argentinos deberíamos sentir vergüenza por lo que nos pasa y por lo que dejamos pasar para sentirnos en una zona de confort que nunca fue tal, pero que nos hicieron creer que era a nuestra medida. Si sentimos vergüenza propia y ajena es posible que podamos hacer base, para empezar el proceso inverso de ordenarnos.

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