Cambiar nuestro destino

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

El reemplazo del trabajo humano por maquinaria no es un fenómeno de estos tiempos. A lo largo de la historia de la humanidad ha sido una constante, aunque con no tanta velocidad como lo experimentamos ahora.

 

En el siglo XIX, el 80% de las personas trabajaba en loa producción de alimentos. Sin embargo, con la introducción de máquinas sembradoras y cosechadoras, el uso de fitosanitarios y fertilizantes y el mejoramiento de muchas semillas, hoy sólo el 1% produce comida suficiente en el mundo para alimentar al 99% restante.

 

En nuestro país, a mediados del siglo pasado, el oficio de resero de tropa, se fue extinguiendo con el uso del camión jaula, que comenzó a captar el flete de corta, media y larga distancia, compitiendo –incluso- con el ferrocarril. Tampoco podemos soslayar los oficios que distinguían la logística en la época cuando la logística de la cosecha se hacía en bolsas y no a granel. El cambio en la comercialización por el cereal a granel dejó en el camino la labor del estibador y otros trabajos que se coligaban con la recolección y almacenamiento en bolsa.

 

Otro ejemplo es la trilla, que con las primeras máquinas a vapor que ingresaron al país, le dio trabajo a legiones de hombres que oficiaron de maquinistas, foguistas, jefes de equipo, acarreadores, elevadores, embolsadores y cosechadores… Los “artistas” de la trilla casi siempre eran los cosedores. Alguien escribió: “Corría en brazada larga la mano derecha con la ‘auja’ y el hilo, haciendo el pase, agujero y borde, mientras la zurda estiraba la arpillera y, bien sacudida, le cerraban la boca, dejándole dos orejitas de premio, cuanto más chicas, más lujo”. Hoy por hoy las modernas cosechadoras barren los lotes en pocas horas, mientras sus maquinistas, en confortables cabinas, atienden lo que les indican las computadoras que van tomando datos precisos y mapeando los rendimientos.

 

Con la manufactura sucedió algo similar. La incorporación tecnológica fue haciendo que cada vez hagan falta menos trabajadores para producir los mismos bienes. Y lo mismo está ocurriendo en el sector de servicios.

 

Aún a muy largo plazo, todas las profesiones que hoy se ejercen están amenazadas y a corto plazo algunas están mucho más es riesgo que otras. Pero, en Argentina parece que hay muchos sectores que no vislumbran esta realidad del mundo y de los profundos cambios que se avecinan de la mano de las nuevas tecnologías. Quienes deberían estar a la vanguardia de estos acontecimientos –especialmente los políticos y los sindicatos, inmersos en una zona de confort y alejados de sus bases-, sólo recurren a “soluciones” que se aplicaban hace más de un siglo. Atrasan. No está en sus planes estratégicos –si es que los tienen- abrazar el cambio como filosofía, para así reinventarse en bien de quienes dicen representar.

 

Si el cambio no viene desde nuestros representantes, es porque los representados –en general- también nos negamos a él, abandonándonos al destino sin exigirnos y sin exigir hacia arriba que haya transformaciones de fondo. Pareciera que nos encanta el statu quo y que nos den las soluciones masticadas y si es posible en nuestra propia residencia, para no tener que movernos.

 

Sin embargo, a pesar de las críticas de muchos sectores y de los palos en la rueda que le siguen poniendo, el mundo agropecuario nacional es un bicho raro porque no se da el lujo de quedarse quieto y distraído frente a lo que viene, y sigue innovando. No serán todos, pero a la vanguardia se empieza a acoplar después el resto del mundo agrario. Muchas instituciones, empresas y productores del agro hoy son ejemplo de cambios significativos, de movimiento continuo para adaptarse no sólo a las nuevas tecnologías e incorporarlas, es más, algunas se han transformado en proveedoras de tecnologías, sino también a trazar planes estratégicos con una visión que va más allá del horizonte.

 

No volvamos a cometer el error que alguna vez incurrió nuestra Argentina en la década de 1940, cuando después de la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los países que hoy son líderes doblaron la esquina. En ese momento, nosotros seguimos adelante con vocación suicida. Así nos fue y así nos está yendo. Recapacitemos, aún tenemos fortalezas y oportunidades para cambiar a tiempo nuestro destino.

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