Aprender de la historia o repetirla

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Maldita y Bendita a la vez, odiada y deseada para muchos, el agua sigue siendo uno de los puntos álgidos de la producción agropecuaria, ya sea en extremos como en el norte de nuestro país, causando inundaciones de miles de hectáreas, como en fenómenos de sequía, donde su ausencia provoca pérdidas por millones, como lo ocurrido hace apenas un verano atrás.

 

Hay culpables? A muchos les encanta buscar siempre alguna responsabilidad. Seguro que algo hay, siempre algo hay, pero lo que no puede faltar –aunque en estos tiempos suene increíble- es conocimientos. Sin embargo están ahí, las señales, las marcas, están ahí, la naturaleza siempre habla aunque no la escuchemos, peor aún, aunque no la veamos.

 

Así nace la carrera productiva, con desmontes que no son graves por los motivos que a veces se plantean, simplemente la pregunta más simple pasará por decir “porque por algo ahí estaban”. Con sistemas de siembra que a veces se manifiestan por impulso, al día de hoy todavía muchos inconscientes desnudan el suelo en lugares donde debería prohibirse, erosionando, perdiendo estructuras. Otros en el afán de la ciencia, también se pasan de rosca, con sistemas compactados, por monocultivos constantes, por erradicar malezas que quizás, puedan enseñarnos su capacidad de absorber agua.

 

En estos días se viralizó un video, donde se veía una alfalfa inundada, con millones de poros intercambiando aire por agua, en una clase magistral de las razones del porqué durante muchísimos años, se eligieron las pasturas para la rotación agrícola, hoy por suerte para algunos, intercaladas con los llamados cultivos de servicio.

 

En La Pampa, un técnico del Inta comete la genial imprudencia – hay que entender que son momentos sensibles- de dejar al desnudo una de las claves del enorme desconocimiento de lo que muchas veces ocupamos, con agricultura o ganadería. “Hay zonas donde era previsible que hubiera problemas, porque estudios regionales mostraban que las napas están cercanas a la superficie con una profundidad de un metro a 1,20 metros” se sinceró el técnico. “Otro fenómeno importante de estos eventos, cada vez más intensos, es que nuestros suelos han perdido en algunos casos la capacidad de absorción del agua”, señala. Solo queda preguntarse, son catástrofes entonces? Tal vez lo son, pero hay parte de una responsabilidad de lo ocurrido, nacido en el propio desconocimiento del terreno que se ocupa.

 

Recuerdo una recorrida por el Inta Bordenave, donde uno de los profesionales que más conocen la región – un tal Beto Quiroga- mostraba una pastura contando la historia del lote, “donde algunos años el mismo lograba los mejores rindes de una alfalfa. Sin embargo históricamente aquí hubo una laguna, por lo tanto sabemos que en algún momento volverá”. Cuántos productores saben a ciencia cierta que alguna vez su campo o su lote, estuvo bajo agua? Sin embargo, el tiempo, la presión productiva y hasta un convencimiento muchas veces insano, nos lleva a repetir fórmulas que la naturaleza tarde o temprano, terminará desnudando.

 

Por todo lo dicho, siguen en nuestra zona Sudoeste los testigos de siempre, esos alpatacos, piquillines y chañares que nos muestran cuál mojones de una historia intacta y reciente, que las buenas lluvias, los buenos promedios y los buenos años, son también parte de un momento que debe ser aprovechado, que debe acopiarse para cuando ellos mismos, sean la verdadera imagen de una región que más allá de Niños, Niñas, calentamiento global y cuanta historia quieran contarnos acerca de la llegada del hombre, volverán a prevalecer mostrándonos la enorme finitud y el poco respeto, por la historia que nos rodea cada día.

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