Mesura

El agónico triunfo de la Selección Argentina en el Mundial de Fútbol que se disputa en Rusia puso de manifiesto la endeblez emocional que trae consigo la sociedad.

El pobre desempeño demostrado hasta el momento, las peleas internas entre la conducción y los jugadores sumado a la necesidad imperiosa de lograr la clasificación a los octavos de final fueron los causales del supremo esfuerzo al que se sometió al combinado albiceleste para obtener el pase a la siguiente instancia. A esta situación se llega por los intereses creados por dirigentes, directores técnicos y managers, incapacidad para guiar a un grupo de superestrellas que ganan millones de euros por año, la poca motivación de algunos ídolos por vestir los colores nacionales y la impericia para organizar al principal deporte del país. Sin buenos resultados en las selecciones inferiores desde hace bastante tiempo, el poco lucimiento de la mayor se destaca dado que sus bases no nutren elementos. 

 

El electroshock emocional que le imprimieron los hinchas al comienzo del encuentro sirvió como un bálsamo ante la presión, que con el correr de los minutos terminó desapareciendo para revivir con el gol de Marcos Rojo a minutos del final. La casualidad terminó por favorecer al seleccionado, que por buena parte del partido divagó entre el miedo a perder o animarse a ir a más. 

 

Este pequeño resumen remarca que tanto las emociones como el escaso nivel demostrado, son los puntos principales y han sido el hilo conductor del flojo desempeño de un equipo repleto de grandes talentos individuales que no terminan por unificarse.

 

Y por esa línea anda el Gobierno Nacional. La administración de Mauricio Macri recibió el tercer paro realizado por la Confederación General del Trabajo en lo que va de su mandato y la poca manifestación de los sectores intervinientes, donde no hubo una concentración masiva para repudiar las medidas económicas que lleva adelante el Presidente, hizo que se parezca más a un fin de semana largo que a un protesta gremial. Es que el paro tuvo fuerza porque no circularon los transportes en los principales centros urbanos, si estos no se hubiesen adherido la historia tal vez habría sido distinta. 

 

Macri no planea torcer el rumbo diagramado en concordancia con el Fondo Monetario y estará signado por el compromiso asumido para lograr el tan anhelado préstamo. Deberá regirse de acuerdo al convenio estipulado y eso parece que traerá varios dolores de cabeza. El primero será la creciente inflación que amenaza con acercarse a los valores que existían cuando Cristina Fernández era la primera mandataria, a eso se le suma que el segundo semestre no será de esperanza sino todo lo contrario, se espera recesión e incrementos de tarifas. La normalización de la Nación está en marcha pero el ritmo que lleva no lo pueden seguir todos. La pregunta obligada es ¿cuál será el número del desempleo si no se revierte esa oscura tendencia?. 

 

Los dos análisis requieren lo que pide el título. La mesura no se consigue, se construye y todos los sectores que tienen poder de decisión deben trabajar en ello. La prudencia en ciertos manejos que se registran dentro de un equipo de futbol es la misma que debe tener un gobernante al momento de idear una sociedad mejor. Ambos deben compartir la pluralidad de conceptos para obtener el mejor resultado posible. Por el momento a ninguno de los dos les va bien y tiene fuertes restricciones en sus planes. Solo el voluntarismo de trabajar por la unidad será el que recoja los frutos, aunque por el momento eso es una mera utopía. ¡Hasta la semana próxima!.

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