Más trigo y menos Disneylandia

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Tarde pero llega, así parece ser históricamente la justicia en las cuestiones de la vida diaria. El momento del cultivo de trigo parece haber llegado y no son pocos los que miran al cereal a sabiendas de que quizás, termine salvando sus números, su año y su balance productivo. Ayer fue casi una mala palabra, hoy aparece como la niña mimada.

 

Los pasillos del Sheraton son un canto a la vida: asesores, Ingenieros, especialistas, productores, molineros, acopiadores, empresarios, funcionarios y cuanto interesado al cultivo exista, están proclives a mencionarlo de parabienes. Atrás quedó aquel mal recuerdo de bullicios silenciosos, cuando en pleno Congreso, llegaban las noticias de que un tal Néstor Kirchner, cerraba las exportaciones del cereal y con un 23% de retenciones, lo dejaba herido prácticamente de muerte.

 

Años de una Argentina que la vida diaria, a veces, nos hace olvidar. “No quiero tener que pedir permiso para producir” denunciaba algún productor amigo en alguna de las tantas asambleas, que solo servían para catarsis personal y poco lograban en materia de mercados. Con la taba dada vuelta y con un 2017 recordado por siempre, los planetas se alinearon y las fallas productivas de los principales países exportadores del mundo, dejaron a nuestro país en el mejor de los lugares, a la hora de los mercados.

 

Sin embargo los interrogantes no son pocos: no necesariamente se podría repetir la historia, por lo que los casi 20 millones pronosticados, generan dudas en cuanto al futuro del precio. Pero para eso, todavía debemos transitar un camino incierto en cuanto a los verdaderos stocks y si habrá o no, un empalme de cosechas con producto a la venta. Ya en los últimos días, los molineros comenzaron a hacer lobby: reunidos con el Subsecretario Silveyra, llevaron la preocupación del futuro precio del pan. En pocas palabras, un apriete indirecto para que el mercado no mantenga su firmeza. Una vez más, habrá que explicar la baja incidencia del valor producto en el precio final y al igual que su prima la carne, terminará quizás siendo rehén de una política populista, que nadie se atreve a cambiar en la Argentina.

 

Política, linda palabra. El verdadero arte de no hacerse cargo, jamás, de lo que hay que hacerse cargo. Así vemos entonces, que mal asesorada, Lilita Carrió aprieta productores sojeros, mientras que propios funcionarios del gobierno declaran que no traerán sus dólares al país, hasta que este no sea seguro financieramente. Un verdadero insulto a la inteligencia de todos nosotros. Esos mismos políticos que piden austeridad y que no mueven un dedo, para bajar sus gastos. Esos mismos políticos, que no tienen los testículos –sin ser estos una condición masculina – para decirle al pueblo lo que hay que decirle.

 

“Se acabó Miami”, cerró en su charla del Congreso Melconian, el último viernes. En buena hora: un país quebrado y con un 30% de pobreza, no puede vivir eternamente a la espalda de la realidad. Una historia permanente de amor y odio, ayer fue soja, hoy es trigo, mañana ojalá, sea carne. Mientras sigamos jugando a la timba, a la buena onda y a los numeritos para la tribuna, difícilmente salgamos de este brete.

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