Participar para enriquecer a nuestras instituciones

Por José Luis Ibaldi – Mañanas de Campo

Frecuentemente llama la atención el escaso índice de participación en las instituciones de nuestra sociedad. Un indicador habitual de esa situación es la baja asistencia de los ciudadanos a las reuniones de sus entidades y/o instituciones.

 

La problemática no es original ni afecta particularmente a todos por igual. Sin embargo, debe ser una preocupación que nos debe ocupar a todos porque integramos sociedades de personas, que hacen de la participación de sus integrantes un factor fundamental de su solidez y de su legitimación.

 

Entidades donde los asociados no tienen una intervención activa en la vida institucional y tampoco un seguimiento interesado en su evolución, se transforman en sociedades sin dueños, cuyo destino pasa por decisiones y acciones de tipo individual que desnaturalizan el sentido mismo de la función de estas instituciones.

 

Asambleas, reuniones, con escasa presencia, acciones que no merecen debates, comentarios ni explicaciones, no son señales que indican una vida societaria intensa. Por el contrario, forman parte de un culto a la incomunicación que se confunde con tranquilidad y consenso societario.

 

Generalmente, es sólo indiferencia del ciudadano hacia los asuntos de la institución que integra, circunstancias que a la menor perturbación se transforma en desbande.

 

Sin lugar a dudas, el cuerpo social de una entidad debe ser periódicamente recorrido por sus dirigentes, para mantener abiertos todos los canales de comunicación; más allá de revisarlos cada tanto para verificar si son aptos, si no generan insatisfacción y responden a las demandas sustanciales de los miembros en su “hoy y aquí”.

 

Desde un punto de vista valorativo, la participación debe ser especialmente atendida por todos los eslabones que se engarzan en la cadena societaria. Todo tiene una ida y una vuelta. La participación le agrega compromiso afectivo, personal, a la tarea institucional; restándole autoritarismo a la decisión. Pues un fuerte compromiso afectivo y una palpable negación del autoritarismo redundan en convencimiento y en correlativa decisión activa.

 

Así, toda decisión alcanzada mediante un proceso de participación madura y mediante el concurso de un mayor número de aportes intelectuales, culmina, casi naturalmente, en una visión más amplia y enriquecida. Algunas instituciones hoy lo están logrando, y eso no es poco.

Escribir comentario

Comentarios: 0