Resquebrajados

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Lo ocurrido en la semana pasada con la crisis desatada por el armado de alianzas en la fuerza opositora no es más que la palpable realidad en que se ha transformado la política: un sistema resquebrajado donde abundan los personalismos.

 

En los cuarenta años de esta nueva etapa democrática no hemos aprendido nada de las lecciones del pasado. La democracia sólo sirvió para que el discurso y la libertad que debiera haber sido su consecuencia, pasara a convertirse en rehén de una clase corrupta, cleptómana, de una casta que desprecia a quienes los votó y, por ende, al desarrollo colectivo.

 

Los políticos, en general, vienen tomando el hambre y la necesidad para cosechar votos y producir más miseria. La marginalidad ha llenado los discursos, pero viene vaciando los estómagos. Oficialismo y oposición son lo mismo: desde hace 40 años se vienen mirando el ombligo. Muchos de éstos han encontrado en la política una fuente de fácil sustento y ascenso social; además de transformar su investidura en una oficina de colocación de trabajo para familiares y amigos. Es más, en algunas provincias, muchos se creen monarcas, con derecho a sucesión.

 

Un país sin códigos ni espacios comunes para consensos sólo está destinado a convertir los fracasos en causa nacional y ser conducidos por fracasados.

 

El peor enemigo de nosotros, los argentinos, es nuestra anomia o nuestra incredulidad, y de allí este acompañamiento a la decadencia en que nos está llevando el narcisismo político de los que tienen el poder y de los que aspiran a reemplazarlos.

 

Se hace preciso, por lo tanto, volvernos a redescubrir como ciudadanos plenos y, en ello, redescubrir nuestras virtudes hoy convertidas en debilidades. Debemos tener fortalezas y capacidades que nos levanten de la miseria, de la decadencia, y nos despierten -como a nuestros bisabuelos y abuelos inmigrantes y criollos- el mérito por el esfuerzo, la creatividad, el deseo de superarnos.

 

Este, nuestro querido país -si es que lo queremos- tiene que ser previsible, ordenado, inteligente, realizado en su esfuerzo. Sin embargo, estamos agotando los buenos ejemplos y temo que se agrave a tal punto que la frustración termine por cercarnos y, como señalara Santos Discépolo en “Cambalache”, en las próximas elecciones no nos importe que los que nos gobiernen sean “cura, colchonero, rey de bastos o polizón”.

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