Pase lo que pase, pagan los mismos

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La noticia de la importación de soja desde los Estados Unidos, abre toda una serie de debates, en un país que en poco, busca copiar las acciones del primer mundo y en mucho, se retuerce entre sus miserias de país del subdesarrollo.

 

“En un país con una visión y una estrategia de largo plazo, la palabra importación no debería asustar a nadie salvo cuando representa una amenaza para la destrucción de un sector y se realiza con prácticas predatorias. Las naciones que lograron un elevado nivel de desarrollo lo hicieron, entre otras cosas, por el comercio internacional: exportar e importar”, destacan los especialistas en un tono impoluto, como si la afirmación fuera tan sencilla en tiempos de una Argentina, donde quien labura, se debate entre la inflación, los costos y una postura apática del gobierno hacia el sector productivo.

 

Nadie niega que la importación, en cuestiones de sana competencia, puede permitir nivelar los precios, disminuir trepadas inflacionarias, etc. Claro, el pequeño detalle es si la misma fuera en condiciones de igualdad. Acaso la soja que se importa, posee el nivel de retenciones que tiene que absorber el productor Argentino? Nada y allí, es donde comienzan las desigualdades. 

 

“Con una sequía que provocará una merma en la producción de entre 15 y 16 millones de toneladas respecto de lo esperado al inicio de la campaña- continúa el informe-, que representa aproximadamente el 27% del volumen de la cosecha proyectada, las fábricas agudizarán sus problemas de capacidad instalada ociosa de los últimos años”, aseguran. Otra vez quedan afuera quienes permiten que la cadena exista: y los quebrantos que deberán resolver los productores? Una vez más que el sector primario se arregle, nadie vendrá a aportar nada.

 

Dicho esto, lo sucedido en los últimos tiempos en cuestiones económicas en nuestro país, desnuda crudamente que hay un déficit y un derrumbe producto de los últimos diez años de un despilfarro de país, al cual a la vez, no fue invitado ni el sector agropecuario ni la clase laburante media en su conjunto. El detalle, es que el actual gobierno, pretende que estos últimos sean los que se hagan cargo de aquella debacle. Una y otra vez, parecen quedar exentos de dicha deuda, los grandes empresarios, la timba financiera y los sectores más poderosos.

 

Sin ánimo de hacer futurología, quienes transitamos algunos años en las cuestiones ganaderas, tenemos a la vista uno de los mayores derrumbes del precio de la hacienda de los últimos años, sumado al congelamiento de toda la cadena de rentabilidad, que ha visto como los costos y la materia impositiva, se ha quedado con todo y asistimos tras la brutal sequía, a una lenta agonía, una constante sangría y un posible quiebre de pequeñas empresas a las que absolutamente nadie, asiste.

 

La historia –lo sabemos, no hace falta ser un gran analista – irremediablemente dará la vuelta: el consumo seguirá firme por el producto barato, en pocos meses el gordo no estará, el ternero comenzará a faltar en invierno, los vientres habrán disminuido y el precio de la carne –tarde o temprano- pegará una “espantada”. Y entonces? Bueno, quienes disfrutaron de dos años de un amplio margen, quedarán como las víctimas y quienes se dispongan –los ganaderos – a recuperar dos años perdidos, serán seguramente los culpables.  Se hablará de que lo más justo será la importación, se estudiará el impacto de la exportación en el mercado interno y todo será para salvar al resto de la cadena y a los consumidores, de la enorme avaricia del sector productivo.

 

Una vez más la balanza de las injusticias, caerá para el mismo lugar donde en los mismos de siempre, serán los que bancan esta historia. Si hay algo que en esta Argentina no ocurre, son los cambios. Hoy es la soja, ayer fue el trigo, mañana será la carne, cambiemos o no - por estos pagos  -los que garpan la fiesta, nunca cambian.

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