El poder del equipo

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Como soy un compilador de artículos que me interesan por sus temas, cada tanto –por “iniciativa” de mi esposa- nos ponemos a limpiar algunos estantes donde los guardo. Ayer fue uno de esos días de poner orden al desorden. 

 

En medio de tanta vorágine encontré un recorte de una revista de noviembre de 1990, conteniendo un escrito del doctor Alberto Levy, hablando del “Poder del Equipo”, y me pareció importante compartir algunos párrafos enriquecedores en esta columna:

 

Dice el doctor Levy, “si me preguntan qué haría cualquier gerente exitoso de los que conozco si le encargan liderar un grupo, la respuesta es fácil. Trataría de lograr que el grupo crezca asumiendo cada desafío como una oportunidad en lugar de como una amenaza. Que los miembros hagan el esfuerzo conjunto de imaginar lo que el grupo tiene por delante. Esta es la única manera de evitar que mañana el grupo tenga que lamentar de las decisiones que hoy está tomando. El principio básico consiste en reconocer el hecho de que todos nuestros problemas actuales son resultado de decisiones que hemos tomado ayer.

 

“Trataría de que el grupo interactuara para consolidar sus fortalezas, en lugar de exclusivamente en la superación de sus debilidades. Esto significa corregir la práctica tan común de sólo detectar lo que estamos haciendo mal en lugar de también explicitar lo que estamos haciendo bien, para poder reforzarlo y hacerlo todavía mejor. Y también significa el ataque de un valor cultural retardador y depresivo que consiste en puntualizar las dificultades de cada oportunidad, en lugar de las oportunidades de cada dificultad. Este valor cultural nos conduce a hacer más difícil lo que es práctico y simple. Y también nos conduce al mesianismo en el que alguien resulta imprescindible, con lo que no existe delegación ni creatividad, ni flexibilidad, ni innovación, ni emprendimiento. Cuando este síndrome queda instalado y petrificado en un grupo, lo más probable es que sus miembros dejen de ser valorados por los resultados que cada uno logra.

 

“Trataría de que cada miembro sea premiado por su conocimiento, en lugar de por quién es, o de quién es amigo o a cual bando pertenece. Haría que la preocupación prioritaria fuera la gente en lugar de los números, porque los números son sólo el resultado de lo que siente, piensa, decide y hace la gente.

 

“Haría que el grupo no se atemorice por el optimismo, por el entusiasmo, por mostrar el sentido de pertenencia, por la voluntad de triunfar y por la imparable generación de ideas”.

 

Hasta acá algunos de los enriquecedores párrafos del artículo escrito en 1990, a fines del siglo XX, por el doctor Alberto Levy, y que considero que no ha perdido vigencia en este siglo XXI, sobre todo cuando pensamos en las empresas de familia agropecuarias y no agropecuarias, en nuestro propio país y en todas las actividades donde el poder del equipo es fundamental para poder crecer y desarrollarnos.  

 

Al menos yo lo experimenté trabajando en equipo junto a mi esposa, ordenando el desorden y exhumando un interesante y aprovechador mensaje, que no tiene otro objetivo que compartirlo con nuestros oyentes.

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