Justicia manoseada

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

En la República Argentina hacen falta instituciones que funcionen, pues las que tenemos parece que no lo hacen y menos correctamente. Lo más evidente que tenemos es la Justicia.

 

La Justicia es notablemente primitiva en su gestión y ya demuestra signos claros de agotamiento. Se mueve y trabaja como si estuviera suspendida entre el siglo XIX y el XX.

 

Siguen cosiendo los cuerpos de expedientes; trabajan horas limitadas; pero lo más perjudicial es que los jueces –especialmente los del fuero Federal- son duchos en hacer “dormir” causas y activarlas cuando les conviene; disciernen entre poderosos y el resto de los mortales, y,  para estos últimos se convierten –tal cual lo señaló Hobbes en el Leviatán- en lobos del hombre.

 

Ernesto Sábato, en su libro “La resistencia”, habla de “la degradación de los tribunales y el descreimiento en la justicia”, que “provocan la sensación de que la democracia es un sistema incapaz de investigar y condenar a los culpables, como si resultara un caldo de cultivo favorable a la corrupción, cuando, en realidad, lo que ocurre es que en ningún otro sistema es posible denunciarla. No es que en otros no exista; hasta termina siendo más corrupta y degradante, si creemos en el conocido aforismo de Lord Acton: ‘El poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente’”.

 

Más adelante propone que “a quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores. ¡Ésta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal?”.

 

Y en otro pasaje de su libro, Sábato nos vuelve a sacudir: “Otro valor perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor”.

 

¿Qué tienen que ver estas reflexiones de Ernesto Sábato? Que si nos comportamos sin vergüenza, si dejamos que la injusticia se siga enseñoreando,   es porque la Justicia no imparte justicia y, como dice el tango “Cambalache”: “Vivimos revolcaos en un merengue / Y en un mismo lodo todos manoseaos”.

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