¿Feliz navidad?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Los bochornosos actos de violencia que se vivieron en la Plaza del Congreso e incluso en el propio palacio legislativo en las últimas dos semanas,  nada bueno aportan a la búsqueda de soluciones para un país que intenta encontrar su rumbo.

 

Durante este año señalé que en nuestro país la política es estudiada y analizada como manifestación de una enfermedad. Algunos pensadores la señalan como algo agónico porque es conflictiva, pero para que la política valga la pena, tiene que resolver los conflictos en la medida de lo posible y tiene que dejar construido algo…

 

Para aquellos que piensan que la política es conflictiva, bueno es aclarar que se va edificando forzosa y necesariamente, y choca con el proyecto del otro. Por eso la política es inexorable, es imposible imaginar una sociedad humana sin la necesidad imperiosa de hacer posible esa difícil convivencia.

 

Eso es lo que nos enseñó Hannah Arendt, una filósofa política alemana en su libro “La condición humana”… En un momento determinado se pregunta qué es Occidente, y contesta: “Es Grecia”. Desgrana que Grecia es el primer griego que bajó de la aldea y en un lugar descampado, en el Ágora, se encontró con otro… Allí empezó a ejercitar el arte de la lógica, de la razón, del lenguaje…

 

El otro lo escuchó e hizo lo mismo: lo imitó. Y cuando el primero que habló escuchó al otro; comparó la versión del segundo con la suya, y gracias a eso se conoció. Gracias a que el otro existe yo sé quién soy. Solamente sé quién soy porque existe el otro que nunca será igual a mí, que siempre será distinto, pero que a su vez de ser mi opositor es mi colaborador, porque me permite saber quién soy.

 

Esta es la justificación filosófica, humanística de lo que es la democracia, la civilización y, por supuesto lo que es la base de la República.

 

Sin embargo, afuera y adentro del Congreso de la Nación parece que hay personas que desconocen sus deberes y obligaciones de ciudadanos, y actúan como trogloditas desquiciados en estos tiempos difíciles, donde es preciso escuchar, pensar caminos alternativos, ponerse en la condición del otro, y saber que se puede hacer algo trascendente cuando entendemos y nos involucramos en la vida del otro…

 

Más que nunca, a pocas horas del inicio de la Nochebuena y de la Navidad, el lazo de unión primigenio tiene que ser la palabra, medio de expresión humano que no tiene sustituto eficaz, electrónico o mecánico, cuando las personas necesitan acercarse unas a otras, para afrontar comunes circunstancias de la vida, del trabajo y de las necesidades económicas y sociales.

 

Recuerdo lo que hace unos años me dijo un hombre de palabra y de acción solidaria que conocí gracias al cooperativismo. Don Leonida Gasoni, en el ocaso de su vida, señaló: “La palabra es el comienzo de todas las cosas hechas en paz. En su forma oral, junto al tono y al gesto, es portadora de todos los contenidos de la comunicación humana. Ella lleva el mensaje creador de la confianza y la fe necesaria para la obra común. Todo lo demás viene después”.

 

Parece que muchos argentinos, de adentro y de afuera del Congreso de la Nación no creen ni en la alteridad, es decir, ponerse en la condición del otro para construir algo juntos; ni tampoco –por supuesto- en buscar consensos.

 

En uno y otro lado la dirigencia argentina ha olvidado cuál es la altura de su misión y, por supuesto, hace dudar al ciudadano de a pie. Necesitamos sectores dirigentes que sean capaces de asumir las cargas del poder junto con las ventajas del poder, que sean aptos para comprender y sentir el interés nacional y que estén en condiciones de respetar la inteligencia de la gente para no descender a las pobres e incivilizadas manera de ejercer la violencia…

 

La Navidad nos habla del nacimiento del Hombre Nuevo, de la esperanza que nos trae un Niño nacido hace más de 2.000 años en un pobre pesebre de Belén… Cuando aprendamos a respetar al prójimo como a nosotros mismos estaremos encaminados en la búsqueda de ese Hombre Nuevo y de la verdad. De otra manera, ¿de qué Navidad me hablan?.

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