Manotazo, la fórmula repetida

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Suba de impuestos a los productos vitivinícolas, suba de impuestos inmobiliarios rurales, suba al gas oil –el producto más sensible para el sector- y ningún cambio impositivo drástico, que muestre nuevas ideas a la hora de potenciar al sector que siempre, termina pagando los platos rotos.

 

“Toco mala” dice un amigo de alguna de las peñas. Esa parece ser la frase cabecera que podría usar cualquier productor en la Argentina. Si el gobierno es anti campo –como tocó 12 años – el sector será quien pague absolutamente todos los pecados, de estar en la vereda de enfrente. Si cambia el gobierno y la idea supuestamente es incentivar al sector, es el campo quien debe “pagar la fiesta” anterior, haciéndose cargo de los destrozos de un puñado de trasnochados, que insisten en que la Argentina, tiene que vivir de espaldas al mundo y encerrada en su propia economía. Resultado: país en quiebra y el campo, poniendo lo que falta.

 

Sin embargo no se ven las otras señales. Esas que muestren que alguna vez, el sector supermercadista por ejemplo, deje de ser récord a la hora de las rentabilidades si se las compara con cualquier margen de ganancias que tienen los mismos en otros lugares del mundo. Nada, jamás se aprieta a los empresarios. Como tampoco le toca nunca a la “timba” financiera, no hay grandes impuestos para los casinos, para las loterías, para quienes juegan en la Bolsa. Tampoco los que exportan son los que menos ganan, siempre, inexorablemente, todo se traslada al resto de la cadena, productor o consumidor, garpan en todas.

 

Y si nos metemos adentro de casa, tampoco el Estado se rasga las vestiduras: alguna vez, me encantaría que haya grandes auditorías externas a los estamentos públicos, o por ejemplo el número de asesores de congresistas, diputados, o sus gastos extraordinarios, jubilaciones de privilegios y jueces que no pagan ganancias. No porque hagan la diferencia, sino porque justamente, se buscan gestos, señales. Esas mismas que espero durante este verano aparezcan y no terminemos una vez más en “nombre de la cultura”, “manteniendo” decenas de recitales por lugares turísticos, donde para entretener a las masas –pan y circo es muy romano -  en un país fundido, se baila al compás de unos pocos vivos.

 

Esa misma viveza que todavía se discute en estos días y que todos irresponsablemente comparten por redes sociales como si fuera gracioso: adiós al fútbol gratis. Yo me pregunto: cuándo fue gratis? En que momento la televisión no cobró, la Afa tampoco y menos aún los clubes? Todos cobraron, por eso, quienes pusimos la plata, fuimos todos. El detalle fue que financiamos a jugadores que ganan fortunas, a dirigentes que viajan en primera, a la televisión que cobra millones y a pases multimillonarios que entre todos, mantenemos para que “la familia se junte los domingos”. Nada es gratis, no existe ni la salud, ni la educación, ni absolutamente nada, que no se pague.

 

Por eso ojalá algún día exista un gobierno que al mirar al campo, mire la mejor manera de que produzca infinitamente más. Que tenga la mejor competitividad impositiva, que pueda pensar a muy largo plazo, que pueda emplear más gente, sin pensar en que todo termina en inmensas cargas patronales. Que no se choque con un supermercado que le marca los precios, que no tenga frigoríficos que le corten la cabeza, agricultores que paguen retenciones porque la soja vale y mucho menos, que no siga siendo siempre, el lugar donde el país “rasquetea” cuando hay que buscar monedas, en el fondo del saco roto.

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