La obsesión de ser dueños del cementerio

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Parece que hace un siglo ocurrieron las elecciones en la Provincia de Buenos Aires y siento la misma sensación respecto de lo que falta para las legislativas de medio tiempo a nivel nacional. Eterna espera

 

Sin embargo, hay algo que me preocupa más. Desde los años 90 para acá, mi impresión es cada vez más fuerte: todos los políticos quieren ser dueños del cementerio.

 

Lo repito. Nadie piensa en políticas duraderas. Nadie proyecta un país para las próximas generaciones. Y lo que es peor es que nuestro país necesita como nunca liderazgos claros, de largo alcance. Pero lo único que tenemos son candidatos. Candidatos, y nada más.

 

Vengo de una generación que tuvo un 75 por ciento de clase media, buena educación pública, al igual que un buen sistema de salud digno y para todos. Sin embargo, esa fue la generación de “jóvenes idealistas” que hizo pomada todo, al igual de quienes quisieron contrarrestarla. Torcieron todo.

 

Sin embargo, los sectores progresistas aún siguen insistiendo en mirar para atrás después de casi medio siglo, cuando tienen otras banderas por las cuales preocuparse delante de sus propias narices y que ellos mismos han fomentado: enormes bolsones de pobreza donde se tiene un vocabulario de no más de 150 palabras. Yo me pregunto y les pregunto: ¿cuál es la calidad de decisiones que se pueden tomar manejando 150 palabras?

 

Hace pocos días se conmemoró el Día del Maestro, recordando la grandiosa figura de Domingo Faustino Sarmiento. Fue un estadista, pero por, sobre todo, un Maestro, quien comenzó con una política pública definida, para convertir un país cuasi salvaje en algo más civilizado, a través de una cruzada centrada en la educación.

 

Con sus más y con sus menos, hoy nos encontramos en la misma encrucijada, porque hay que definir la Argentina de nuestros hijos y de nuestros nietos, dejarles un horizonte despejado, para que puedan avanzar y desarrollarse.

 

¿Y qué tenemos ante nosotros? Un montón de candidatos que no solo se miran su propio ombligo, que se prueban el traje de líderes, pero les queda grande. Y que sólo aspiran a lo mismo: ser dueños del cementerio.

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