La humanidad no se programa

Por José Luis Ibaldi -  Mañanas de Campo

Vivimos en tiempos de asombro y vorágine. Cada día, la tecnología nos sorprende con avances que hasta hace poco parecían cosa de ciencia ficción. Hablamos con máquinas, pedimos ayuda a inteligencias artificiales, y confiamos en algoritmos para decisiones que, hasta ayer, solo cabían en el corazón y en la cabeza de las personas.

 

Y es natural que muchos sintamos temor. Temor a que la tecnología nos reemplace. A que lo humano, con sus emociones, su creatividad y su imperfección, quede desplazado por sistemas cada vez más precisos, más rápidos, más “eficientes”.

 

Pero cuidado. La historia nos enseña que la tecnología no es enemiga de la humanidad, a menos que nosotros mismos la pongamos en ese lugar. La rueda, la imprenta, la electricidad, el teléfono, la PC, el Internet… todas fueron tecnologías que, en su momento, despertaron miedos parecidos. Y, sin embargo, no nos quitaron lo esencial: la capacidad de pensar, de sentir, de ser.

 

Hoy, frente a la Inteligencia Artificial, el desafío es el mismo. No se trata de pelear contra la tecnología, sino de no cederle aquello que nos hace humanos: la empatía, la ética, la responsabilidad.

 

La Inteligencia Artificial puede ayudarnos a ser más productivos, a resolver problemas complejos, a mejorar nuestra calidad de vida. Pero nunca podrá –ni deberá– decidir por nosotros qué es lo correcto, qué es lo justo, qué es lo bueno. Esos valores no están en los algoritmos; están en nuestra conciencia.

 

No tengamos miedo de las nuevas tecnologías, a la Inteligencia Artificial. Tengamos miedo, sí, de olvidar lo que somos. De ceder el alma en nombre de la comodidad. Usemos la tecnología como una herramienta, no como un reemplazo.

 

La clave no está en frenar el avance, sino en guiarlo. En educarnos. En debatir. En poner límites éticos claros. Y, sobre todo, en recordar siempre que lo más importante no es lo que la tecnología puede hacer, sino lo que nosotros elegimos hacer con ella.

 

Queridos amigos, bienvenidos todos los avances tecnológicos, pero que ello no nos robe lo bueno de ser humanos. Y tampoco dejemos que el miedo nos impida aprovechar su potencial.

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