Somos lo que ellos son

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Por un momento pensé, “somos un poco de cada uno de ellos”. Y si, como no serlo, si muchos formaron parte de nuestra historia, de nuestro crecimiento, de nuestros logros, de nuestros mayores errores. Cuántas veces nos vimos reflejados? Y si, cada uno de ellos forma parte de lo que siempre hemos querido ser, es admiración en su estado más puro, porque tal vez, han y siguen siendo una suerte de “guías” en nuestras vidas.

 

El repaso sería eterno, arrancaría allá lejos en el barrio, en algún potrero con arcos de gomas, allí jugamos, crecimos, peleamos, reímos, y lloramos, como no hacerlo si eramos pares, en tiempos donde la “supervivencia” era la única manera de hacerle frente a los “supuestos” mil desafíos de un chico. Y ellos, estaban ahí, tirando una pared, abrazados en un gol, riéndonos en una siesta, jugando una escondida, gastándonos por los primeras sonrisas de una chica.

 

Y crecimos, y salimos juntos, aprendimos a cuidarnos, a compartir los pocos pesos para una salida, a escondernos para tomar una cerveza. Y se siguieron sumando, los del secundario, los de las primeras salidas, los viajes. Y más, vino el club, entrenamientos, sacrificios, mas viajes, más salidas y no había forma de que en cada uno de ellos, llegaran aprendizajes, encontráramos parecidos, diferencias, sumáramos.

 

Y la vida es así, un día te vas, emprendes un nuevo camino y en tiempos sin celular ni redes, hubo cartas, hubo llamados a un teléfono fijo, hubo que verse muy de vez en cuando y reafirmar aquellos pactos de la infancia, de la escuela o de la cancha. Y si, contratos irrevocables que se firman en el tiempo y cada uno de ellos fue quedando, otro fueron siguiendo su camino, la vida misma que le dicen.

 

La facultad en la distancia forja espíritus, esos nuevos que se acercaron y que fuimos conformando casi una familia, esa que aún hoy perdura, de la que nos encuentra en algún camino, en algún congreso, en expos y siempre con la Facu presente, un asado o la pelota que nunca dejó de rodar en lazos imaginarios.

 

Llegaron compromisos, hijos, trabajo y allí, más y más, con esos que las horas de remates fueron uniendo, nuevos maestros, nuevos guías, más aprendizajes, más amigos con los cuales hoy, es casi impensado salir sin hablarles, esperando encontrarlos, deseando ese momento donde hagamos lo que más nos gusta, sabiendo que no hay trabajo sin ellos.

 

Y acá vamos, en cada tranquera la vida pone uno de ellos, con su casa, su familia y hasta “un amarillo” que nos une, porque en cada momento, tenemos oportunidades de seguir haciendo de los nuevos, aprendiendo y admirando. Hoy, son los padres de los amigos de nuestros hijos, esos que imprevistamente, nos encuentran casi semanalmente riendo en un asado, viajando y hasta compartiendo intimidades, bajo aquella frase de que a veces, los desconocidos, pueden ser nuestros mejores amigos. O los otros, los que unidos por las vacas, conocen más de nuestras vidas que los más cercanos de toda la vida.

 

Cosa rara la amistad. Somos y seremos lo que cada uno de nuestros amigos nos ha dado, somos parte de ellos, son parte nuestra. De allá lejos de cuando apenas la memoria nos regaló recuerdos hasta el día de hoy, donde aquí mismo espero con ansias abrazarlos en una fila de Palermo, en un café acá a la vuelta, en una charla que seguramente traerá un enorme alimento para el corazón.

 

Gracias, gracias amigos por traerme hasta acá y ojalá que hoy, podamos simplemente como cada día, decirnos una vez más, feliz día hermano!

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