Empatía, la materia pendiente del empleado público

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“La tierra se ha movido” es la sensación que tienen muchos, en este paso implacable de la llamada “motosierra”, destinada a romper todo lo que esté a su paso, bueno, regular o malo, todo es revisable, todo puede deshacerse, absolutamente todo, es puesto a consideración. Y la verdad, muchas cosas pueden ser debatibles, romper no siempre es bueno, pero cuando existen tantos años de una praxis al menos “dudosa”, lo aconsejable como decían en los juegos de las cartas, “es barajar y dar de nuevo”. Esa es ni más ni menos la política adoptada por el actual gobierno.

 

Está bien? Discutible, muy discutible, pero hace poco escuché a un ex docente de la Universidad, Ex titular de un Inta de nuestra región, “que nadie puede negarse a que a un organismo del estado lo auditen”, dejando en claro que nadie que integre un organismo estatal, debería estar libre de ser puesto en consideración, porque en definitiva, es una empresa que le guste a quien le guste, “bancamos” entre todos.

 

Hace ya muchísimos años el concepto de Estado cambió peligrosamente. Ha sido poseído por los diferentes gobiernos de turno, acomodándolo a su gusto, repartiendo empleados, jefes, gerentes, inventando cargos, secretarías, ministerios, secretarios de los secretarios, choferes, empleados, empleados y empleados, como si esta estructura que cada día queda más obsoleta ante los tiempos “digitales”, no pudiera evolucionar, y al contrario, debería hacerse cargo de los muchísimos años que através de una ley laboral destruida, inclinó la balanza del empleo público por sobre el privado. Y “empleo” es una forma de decir, cuando muchos cargos y funciones, poco tienen de trabajo, muy poco a veces de “idoneidades”.

 

Y así uno podría leer una lista infinita, muchas veces incomprensible desde cualquier razonamiento, empezando por escalas jerárquicas y de sueldos de bancos estatales, siguiendo por ministerios de justicia, cámaras legislativas, senados, consejos deliberantes, la llamada “casta” que hasta ahora, poco a pagado las deudas que supuestamente este gobierno, les iba a cobrar. Seguramente, es aún la mayor deuda y el mayor incumplimiento, que el actual presidente, tiene hacia sus votantes.

 

Y ahí están, entidades de muchísimos años como el Inta, que tiene casi 1000 cargos jerárquicos, que se encontró entre sus deudas, las de no revisar mucho los gastos, hacer uso discrecional de fondos, aunque seguramente esto le quepa a las direcciones más centralizadas, todos sabemos cómo laburan “los del barrio”, los técnicos, el trabajo a campo de horas de sacrificio personal de muchos de nuestros conocidos. Pero claro, siempre van a pagar justos por pecadores, cuando la neblina abarca “ancho”, de ahí que las modificaciones, probablemente no nos conformen a muchos, sabiendo que allí, se van a perder grandes profesionales. Seguramente hay otro camino, pero sería largo e interminable, a veces la “cirugía” suele ser cruenta, pero también es cierto que generalmente nos asegura que “el tejido malo”, se termine eliminando.

 

Hay una medición de cuestiones que salvo en salud pública, o en seguridad, quedan condiciones laborales muy diferenciadas sobre el ámbito privado y ni que hablar, respecto a la relación de dependencia. Feriados incontables, beneficios inéditos, expulsiones o despidos prácticamente inexistentes, sumarios poco frecuentes, y no se trata de que nadie se enoje, sino simplemente de mirar alrededor, de que por un instante, miren las condiciones laborales “del otro”, del privado, del que se gana el mango por su cuenta, del que no existe el principio de mes, el aguinaldo, las vacaciones, el certificado por enfermedad, la carpeta psiquiátrica por cansancio, o como escuché hace poco acá en Bahia, “no estoy en condiciones de volver a ese lugar inundado porque me genera mucho stress”, como si otros miles que perdieron todo, no estuvieran durmiendo, trabajando o luchando por lo que les quedó, pero claro, total el sueldo llega cada 01 de mes y no habrá nadie que lo impida.

 

No soy un anti estado, pero si muchas veces, me resulta muy poco empático “el empleado público”, con una enorme incapacidad de salir de su cómodo “estado” a la incertidumbre de ganarse el mango diariamente y no siendo evaluado para que cada día su trabajo, esté a la altura de las circunstancias y no simplemente sea como en muchos casos, un derecho ganado por mandato universal.

 

Empatía, esa que muchos que van a trabajar cada día, perdieron por el simple hecho de saber que siempre, tienen un sueldo asegurado.

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