Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
Cumplimos 21 años, asumimos la mayoría de edad y es bueno que desde este umbral señalemos algo sensato.
Un antiguo dirigente cooperativista siempre decía que cada tanto hay que sacudir al árbol societario para ver sus frutos. Con la república pasa lo mismo.
Los argentinos debemos asumir de una vez por todas que somos un país que camina con muletas. Podríamos caminar por nuestros propios medios, pero nos resistimos a hacerlo. Aún seguimos teniendo mentalidad inflacionaria, aunque sabemos que ella nos carcome. También, nos encanta la prebenda. Vivimos de la nostalgia, del paleolítico que recuerda Octavio Paz, como si en eso halláramos explicaciones a nuestra marginación de un mundo que castiga sin misericordia a los países con paupérrimos niveles educativos.
Los políticos y sindicalistas que tenemos no nacieron por generación espontánea. Son consecuencia de nuestras propias decisiones. No le hemos puesto voluntad y entusiasmo a una democracia basada en valores inalterables al tiempo. ¿Será por eso por lo que Cambalache es un himno que nos va a perseguir a los argentinos hasta la eternidad? Simplemente asomemos a nuestra realidad y verán que “vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos”.
Los que entraron para sacudir el árbol de nuestra sociedad se quedaron contentos con hacerlo con algunas ramas. A poco de ver algunos resultados positivos en la economía se sienten con poder absoluto y no vislumbran que no sólo hay que escalar un pico, sino que aún queda toda una cordillera a atravesar.
También es bueno recordar a los actuales inquilinos de la Casa Rosada, que están tomando mañas que ya hemos experimentado con recientes gobiernos, aquella sentencia que señala que “el poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Si han señalado que han venido a sacudir el árbol, deben que hacerlo, pero no con bajeza o buscando culpables, sino con prestancia, firmeza y decoro. O se hacen las cosas de manera diferente y transparentemente, o se continúa con lo mismo, con los graves costos que ello supone. Albert Einstein definía la enfermedad conocida como insania cuando se hace una y otra vez la misma cosa y se esperan resultados diferentes.
Si el árbol de nuestra sociedad se sacude fuertemente comenzaremos a vislumbrar el mejor fruto: nuestra identidad. Una identidad con principios y valores, pero con múltiples mensajes, tantos como queramos organizar y según donde estemos. Hay que salir de la dictadura del pensamiento único para pasar a la diversidad y a la complejidad democrática. Este es mi deseo en el vigésimo primer cumpleaños de Mañanas de Campo.
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