Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
La política argentina está vaciada de contenido. Las etiquetas han sido alteradas por un universo de transgresores que, sintiéndose impunes, hicieron del Estado y de sus instituciones una suerte de coto de caza donde todo vale.
Sin embargo, gracias a algunos periodistas y a unos poquísimos fiscales, o por filtraciones o por venganza, los ciudadanos de a pie nos encontramos con casos suficientemente expuestos, señalados, proclamados y condenados. Al menos, de la boca para afuera.
También los medios muestran oleadas de puritanos, que desean sacarse el sayo ante las maniobras descubiertas, pero no son más que hipócritas simuladores de algo que predican y no son.
Alguien que puso blanco sobre negro sobre estas cuestiones fue el recordado abogado y político René Balestra cuando señaló: “La simulación y el travestismo no son inventos argentinos. Se conoce, a nivel internacional, el inmenso ego que nos atosiga. Pero no podemos llegar a tanto como para creer que el engaño tenga cuño en nuestro país. Lo que sí tiene marca registrada es un estilo, una manera, una forma de vivir fuera de la verdad que es el pecado original de nuestros males presentes. Y como ese estilo tiene vida lozana, el país sigue como sigue. Los publicanos en el derecho romano eran los cobradores de impuestos; los que recaudaban los diezmos. Eran odiados y ese odio se transmitió al lenguaje. Los publicanos fueron los pecadores para la literatura bíblica, pero con un agregado, si se quiere, aliviador: se asumían como pecadores y pedían la gracia del perdón divino. Los fariseos no. Eran pecadores como los publicanos, pero escondían y negaban sus vicios. Se presentaban como impolutos, pero estaban llenos de máculas”.
Y más adelante, también advierte Balestra: “En la vidriera iluminada de la política argentina actual tenemos pícaros publicanos asumidos que si no imploran perdón por lo menos no pregonan pureza. Pero tenemos fariseos de todo tipo y color que pontifican sobre lo que son sus falencias, como personajes virginales que acaban de llegar al Edén de la política. Estos fariseos se olvidan de su ayer y de su antes de ayer; de sus enriquecimientos indebidos merced a la utilización espuria de los mecanismos del Estado y de todo lo que configura su biografía real”.
En estos momentos estoy en San Miguel de Tucumán, la tierra, el corazón desde donde la palabra “Libertad” comenzó a tener sentido y que muchos años después, la política corrupta y farisea, se encargó de hacer creer que la libertad era para que ellos pudieran rapiñar a gusto, sumiendo a buena parte del pueblo en víctimas del Síndrome de Estocolmo. Entonces, vale que los argentinos de a pie volvamos a retomar las riendas de lo que significa el concepto “Libertad”, y recordar lo que dijo aquel tucumano ejemplar, Juan Bautista Alberdi, cuando expresó: “La patria no es el territorio; es la libertad. Porque antes de 1810 teníamos territorio, pero no teníamos patria. Ella vino con la libertad”.
Escribir comentario