El futuro alimentario Argentino, a puertas cerradas

Por Carlos Bodanza - Mañnas de Campo

La pregunta es, comerías algo sin saber quién y con qué lo hizo? Bueno no hace falta demasiado para saber la respuesta, en tiempos donde todos, ya no solo miramos los precios, la fecha de vencimiento, el origen, la composición nutricional y preferentemente, la marca, nadie quiere meterse en la boca un alimento de dudosa procedencia.

 

La llegada a la fábrica todos los días, implicaba una rutina, más allá del mate y la charla en la cocina con Adrián, la zona de elaboración de productos siempre era una quirófano y la meticulosidad era tan necesaria como la buena yerba en la infusión y algunas medialunas que nunca faltaban. Los pasos eran casi los mismos cada día: registrar en la planilla la temperatura de las cámaras, el ingreso de los productos a generar las mezclas, con fechas, con número de factura, con día de compra de dichos insumos, con fecha de baja una vez utilizados, planilla de lavados de equipo e instrumental con la firma del responsable y desde ya, una vez fabricados los chorizos, las morcillas, las hamburguesas y hasta las milanesas, todo era trazable.

 

Desde ya, todo comenzaba en un “Permiso de tránsito” –así se denomina esta suerte de DTE o remito de compra para ponerlo más simple- donde figuraba el número de origen de la media res ingresada, que otro Veterinario en el frigorífico, había chequeado con seguramente una rutina similar adaptada a ese proceso, pero que aseguraba que cualquier animal ingresado en un día y una hora determinada, podía seguirse y continuarse hasta el bife arriba del mostrador.

 

Hasta acá una historia tal vez por muchos conocida, por otros no, pero lo cierto es que gran parte de la alimentación de origen animal, tiene en la industria el llamado camino de la trazabilidad, un camino que insisto, a la hora de la industria, del producto final, o de la elaboración, es fácilmente correlativo, ante una mala ingesta, mal estado, intoxicación, denuncia o simplemente, el conocer a ciencia cierta, cómo llegó ese producto a un plato.

 

El grave problema en la Argentina, es que cuando retrocedemos apenas unos pasos detrás de la fábrica, del frigorífico, de la verdulería y hasta de la panadería, todo se torna borroso, nada es correlativo, saber el origen y muchísimo menos, a lo que fue sometido el alimento primario, difícilmente se tenga conocimiento alguno.

 

Es una locura que un Europeo que hoy consume un producto Argentino, pretenda saber ese camino desde el día que nació el ternero hasta el día que compró su carne ya siendo novillo y que adquirió en una góndola? No, pero lo que seguro es una locura, que nosotros cada día, también lo desconozcamos. Dónde y aproximadamente cuándo nació? Lo castraron al nacer o tiene un componente hormonal? Nació naturalmente o a partir de tratamientos hormonales? Fue vacunado? Cuántas veces, cuánto hace? Qué tipo de tratamientos antibióticos y antiparasitarios recibió? Existe un correlato desde que existe hasta que me lo como? Aquí en la Argentina, pocos o escasos, el resto, nada, absolutamente nada. Porque ni siquiera, el sistema de exportación, puede ir para atrás en un ternero comprado en un remate o con suerte, en un campo primario de cría, hasta que llegó a Europa o la parrilla de calle Colón.

 

Para muchos, es un desquicio, es pura burocracia, es generar una molestia más para el productor, es otro gasto, es una planilla en la cual “todos mentirían” y es cierto, en nuestro país, está lleno de formularios inservibles, trámites engorrosos sin utilidad, pero tan acostumbrados a eso estamos, que muchas veces nos olvidamos de “lo importante”, de lo que realmente deberíamos hacer, para ser definitivamente un país líder en exportación de alimentos. Lo digo, pensando en quizás un grano, que hoy tiene una receta agronómica, donde tampoco no siempre, se puede trazar que carga de productos tiene el suelo, la semilla, el cultivo, los granos, la cosecha, el acopio y el molino o la aceitera que generó el producto final. Y qué decir, mejor ni pregunto, de donde salió la naranja o la lechuga o que se le aplicó y cuándo en el camino.

 

Muchas veces el cansancio por un país que durante años quienes gobernaron lo hicieron sin demasiada lógica, cuando nos exigen “sentido común” solo atinamos a protestar, a creer que solo nos siguen “pidiendo cosas” y nos olvidamos de lo más simple que pueda ocurrírsele a quien compra un alimento, que puede ser tu familia o vos mismo.

 

La trazabilidad no es ni una burocracia ni un sensentido, es el mayor seguro para que un alimento, jamás pueda ser cuestionado desde su origen hasta su ingesta. El futuro sin seriedad, no es futuro y hoy nos llama a la puerta. Abrirle, es responsabilidad de todos los productores agropecuarios.

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