La Patria que no quiero

 Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Ayer la Patria cumplió 214 años. La proclama del Cabildo del 25 de mayo de 1810 fue el alumbramiento de una gesta que no culminó con las luchas por la Independencia, sino que se mantiene intacta mientras no nos definamos que país deseamos ser.

 

Salvo en los inicios y en aquellos últimos años del siglo XIX y principios del XX en que hubo una identidad y un rumbo para nuestra Patria, antes y después de ello los argentinos hemos estado viviendo de luchas intestinas -algunas más crueles que otras-, buscando líderes salvadores y no líderes referentes que nos muestren la dirección de los tiempos, que tengan capacidad de proyectarnos al futuro, de comprender el presente y de transformarlo en oportunidad. Necesitamos saber qué país podemos ser, y esa tarea no la puede hacer cualquiera.

 

Volviendo a nuestros inicios, al nacimiento, bueno es rescatar la figura de dos próceres de Mayo, a Mariano Moreno, con su célebre “Representación de los Hacendados” y a Manuel Belgrano, inspirando “El Correo del Comercio”. Moreno y Belgrano pasaron a convertirse -por imperio de una participación esclarecida- en los cerebros de la civilidad de Mayo. Ellos nos entregaron el grande y preciado patrimonio de la Nación, libre de ataduras extrañas y enriquecido por los valores de libertad, igualdad y fraternidad, emanados de la Revolución Francesa. Luego, defendidas por el general José de San Martín, y llevando el grito de libertad a nuestras naciones hermanas de Chile y Perú.

 

A esa épica le sucedieron décadas de zozobra, teñidas de egocentrismos inútiles, desorden, desatinos y arbitrariedades; aplacados por la jura de la Constitución Nacional de 1853, que abrió el camino del progreso, la educación, y la prosperidad, nos encontró jugando el partido con países que hoy nos superan ampliamente en todo, aunque por entonces, éramos una nación respetada.

 

¿Qué nos pasó después? De todo, pero en especial, los sucesivos golpes militares a partir de 1930 y los gobiernos democráticos que hicieron caso omiso al rumbo del mundo y siguieron adelante, mientras que el resto doblaba en la esquina. Perdimos el rumbo y aún estamos a la búsqueda de ese Norte, enmarañados en nuestros egoísmos; defendiendo nuestro metro cuadrado; eligiendo a líderes engañosos y ladrones; no queriendo cambiar; vendiendo nuestra dignidad.

 

Cada 25 de Mayo nos debe recordar que de nosotros depende darnos un país, una nación, a la altura de lo que declamaban nuestros padres fundadores. Si queremos que la referencia de nuestra nación siga siendo oscura, turbia, mediocre, inútil, preparémonos para volver a antes de 1810 y ser una colonia o, sencillamente, encontrar en la inmigración la única forma de realizarnos como personas.

 

Yo, al menos, no quiero esto. Sería borrar con el codo una Historia de sacrificios de 214 años. 

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