Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
“Para vivir con dignidad, hay que abrazar el trabajo. El que el hombre ejercite su facultad de trabajo en unión de sus semejantes y en régimen de noble cooperación y solidaridad le reviste no solo de nobleza, sino también de fecundidad óptima para hacer de cada rincón de la tierra una mansión grata y prometedora para todos. A eso vienen las comunidades de trabajo y ellas están destinadas a hacer progresar a nuestros pueblos”. La cita pertenece al Padre José Maria de Arizmendiarrieta, el propulsor de la ahora poderosa Corporación Cooperativa de Mondragón, un gran complejo de cooperativas de trabajo que transformó a buena parte del País Vasco tras la Guerra Civil Española.
Cuando estuve allí en 2019, me encontré con un texto en latín esculpido en piedra en una las casas solariegas de Mondragón, cuya traducción textual dice: “Donde no hay esfuerzo no hay virtud y tampoco honor sin virtud”.
¿A qué vienen estas citas? A despabilar a aquellos que creen que los paros laborales traen posteriores beneficios a sus representados. ¡Están equivocados! Siempre estuvieron equivocados. Las huelgas, los paros laborales atrasan.
En esta nueva etapa democrática los sindicalistas, señala el escritor Marcos Aguinis, se sintieron “llamados a la guerra santa, para no perder el rol de representantes y ‘defensores’ de la clase trabajadora. No miden el recurso de huelga por los beneficios que reporta al pueblo, sino por el poder que ganarán los mismos dirigentes. Incluso se transparenta la sórdida competencia que libran entre sí, a ver cuál es más macho y, de esa forma, conquistar espacio en los medios. Los sociólogos que han estudiado al movimiento sindical argentino siempre coinciden en su perplejidad. ¿Cómo -se preguntan- sujetos tan reaccionarios, hipócritas y corruptos pueden engañar con éxito a millones de trabajadores? ¿Será también la dirigencia sindical -rama teratológica del movimiento peronista- otro de los fenómenos ‘incorregibles’ que hacen atroz el encanto de ser argentinos?”.
Más allá de las consideraciones de Aguinis, me parece que el paro del jueves pasado no tuvo tanta repercusión, especialmente en el interior del país, porque los trabajadores nos desplazamos a nuestros lugares de labor de diferente manera, concurriendo a cumplir con el sagrado mandato de “ganarás el pan con el sudor de la frente”, porque para vivir con dignidad, hay que abrazar el trabajo.
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