¿Durar o transformarnos?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

“El signo de la vitalidad no es durar, sino renacer y transformarse. Vivir es luchar, queramos o no queramos. Porque hay que luchar para saber, hay que luchar para poder, hay que luchar para querer, hay que luchar para desarrollar las facultades, para ser algo”, nos dice el Padre José María de Arizmendiarrieta, un cura vasco que, con inteligencia, sentido común y apoyándose en el Evangelio, supo transformar una comunidad a través de la educación y el trabajo, y enseñarles que a través de la acción cooperativa podían ser dignos. Y vaya que lo logró. Hoy, la Corporación Cooperativa de Mondragón está conformada por 80 cooperativas de trabajo autónomas en el País Vasco y Navarra, que nuclea a más de 70 mil personas…

 

Esta experiencia surgió en 1956, hace 68 años, de la mano del cura párroco que recién nombré y hoy tiene 80 filiales en todo el mundo, 23 empresas de cobertura y una facturación anual de 10.200 millones de euros, lo cual la ubica como uno de los grupos económicos de España que más contribuyen al Producto Bruto Interno de ese país.

 

¿Cuál es la clave? La importancia que le dan a la educación, a la innovación -con 12 centros tecnológicos trabajando mancomunadamente con las distintas empresas del grupo y de la región-, buscando resolver y mejorar procesos. Esto es algo que me impactó fuertemente cuando estuve capacitándome en 2019 de la mano de la Asociación de Cooperativas Argentinas. Hay una inquietud por estar a la vanguardia. Esa voluntad y capacidad de superarse y de acompasar las necesidades y nuevas demandas con los productos y servicios que pueden ofrecer a través de sus centros tecnológicos, que además están estrechamente vinculados con las empresas cooperativas de Mondragón.

 

En un pequeño libro que nos entregan a todos los que vamos a estudiar esa experiencia cooperativa en el País Vasco, y que contiene el pensamiento del Padre Arizmendiarrieta, encontramos que “doctrina que no se pone en obra, convicciones que no se traducen en actos, son algo tan anormal como la vida que no late, movimiento que no vibra. No estamos puestos en el mundo para contemplar o lamentar, sino para transformar”.

 

Acá, en Argentina, tenemos a muchos dirigentes, empresarios y sindicalistas prebendarios a los que no les gusta transformar, hacer cambios. La estrechez mental, el egoísmo, o estar cómodos en donde están y sin importarles un comino a quienes representan o deben servir, sólo los hace ver como única salida ante un cambio substancial en las reglas de juego, apelar al paro y movilización; una fórmula arcaica y facilista que impide el diálogo y la convivencia. Si fuera época de clases, una huelga de maestros seguramente sería festejada y acompañada por los mismos jóvenes que sufren las consecuencias de una educación pobre, que no los prepara para el futuro.

 

Nuestro país en su conjunto debe cambiar, dejar el statu quo en el que están inmersas las instituciones de la República, especialmente el Poder Legislativo y Judicial; también los sindicatos, los empresarios, los docentes, los dirigentes del campo, para que podamos tener futuro. Los tiempos se acortan. No sigamos tirando de la soga porque tarde o temprano se cortará…

 

El mundo, muchas comunidades del interior de nuestro país, nos demuestran diariamente que saliendo de la zona de confort se puede acceder al crecimiento y a la transformación. Amigos, vuelvo a la sentencia del principio: “El signo de la vitalidad no es durar, sino renacer y transformarse”.

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