Los desafíos de una obviedad

Por José Luis Ibaldi -  Mañanas de Campo

En la mañana de hoy, coincidentemente con los 40 años de democracia ininterrumpida, asume un nuevo presidente de la Nación. Para mis hijos y para muchos que nacieron después de 1983 podría parecer una obviedad, pero para nosotros, los que ya hemos doblado la esquina de la vida, no lo es, porque en el espacio temporal anterior vivimos reiteradas interrupciones democráticas que nos dejaron profundas huellas.

 

Si bien este día es para ser celebrado, sobre las espaldas del nuevo gobierno y sobre las nuestras recae la necesidad de reconstruir la República y hacerlo desde adentro hacia afuera. Esta ardua tarea requerirá de ejemplaridad, además de ideas claras, precisas, sin ambigüedades.

 

Hay que generar las condiciones para que la gente se quede en el país, pero, para eso, hay que hacer de nuestra nación un espacio de oportunidades y a esa labor está llamada la clase política, que debe cambiar, o los ciudadanos, como ocurrió en las últimas elecciones, buscó otros referentes.

 

Argentina tiene que volver a ser nuestra tarea cotidiana. La que nos demanda perfeccionamiento cotidiano, la que nos guste realizar, por la que no sólo midamos en términos económicos, sino que compartamos la tarea de posicionar esta nave hacia un rumbo cierto, como simbólicamente está representada en el Monumento a la Bandera de Rosario.

 

Apelamos a los representantes del pueblo a trabajar políticas incluyentes, para que puedan sostenerse en el tiempo. Por eso debemos elevar la calidad de nuestra democracia.

 

El país está en bancarrota económica, pero también de valores. Debemos sacudirnos de esta modorra enfermiza que nos viene afectando desde hace mucho tiempo, para poder alumbrar un cambio profundo. Y todo cambio trae consigo dolor, al igual que lo que les ocurre a las águilas, según lo dice una fábula.

 

Las águilas son las aves con mayor longevidad de su familia de especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión.

 

A los 40 años, sus uñas están demasiado largas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando a su pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas por el grosor de sus plumas. Volar se hace una tarea difícil. Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: dejarse morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará unos ciento cincuenta días.

 

Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido improvisado cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Y cuando las nuevas uñas empiecen a nacer, comenzará a arrancarse las plumas viejas. Pero después de esos cinco meses, sale triunfante en un vuelo de renovación, a vivir 30 años más.

 

Una situación parecida tenemos como pueblo argentino. Enfrentar el cambio transformándonos como las águilas o enfrentarnos a más decadencia, que es una forma de morir poco a poco. Este es el desafío, que en el día de la fecha no es una obviedad tan obvia.

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