Reflexiones

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Siempre se ha dicho que el pueblo acompaña a sus líderes hasta la puerta del cementerio, pero no entra. Después del domingo pasado, creo que ya hemos pasado el pórtico. Tal la sensación que flota en el aire, cuando una amplia mayoría ha elegido apegarse al síndrome de Estocolmo antes que cambiar su statu quo.

 

Bueno es recordar que el síndrome de Estocolmo es una respuesta psicológica. Ocurre cuando los rehenes o víctimas de abuso crean vínculos con sus captores o abusadores. ¿Será por eso por lo que algunos candidatos acusados de ser testaferros o de actos de corrupción han sido reelegidos por amplia mayoría en sus propios territorios o feudos?

 

El mundo está transitando un “cambio de época” desde fines del siglo pasado y lo que va de éste, tal cual lo ha definido muy bien el filósofo e ingeniero agrónomo brasilero José de Souza Silva. Sin embargo, en nuestro país son contados los políticos que así lo advierten y la gran mayoría, aun sabiéndolo, han resuelto seguir haciendo lo que siempre hicieron porque han encontrado la manera de dominar a una sociedad que no está dispuesta a cambiar o a rebelarse, o que se vende por 30 piezas de plata tal cual Judas Iscariote.

 

Grandes bolsones poblacionales prefieren seguir viviendo entre el barro, sin servicios sanitarios básicos, sin aspiraciones personales ni educacionales, recibiendo planes sociales y haciendo alguna changa que otra. También ocurre esto en una clase media disminuida, desorientada, que prefiere seguir “puchereando” y haciendo como que “aquí no pasó nada” frente a terribles actos de corrupción e incluso crímenes como el aún no esclarecido del fiscal Alberto Nisman. Votan a quienes están destruyendo sus propias fuentes laborales, el campo, la educación de sus hijos y nietos, el sistema de salud…

 

¿Qué nos pasó en estos 40 años de democracia? ¿Dónde quedó sepultado ese lema de que con la democracia se come, se educa y se cura? ¿Porqué traicionamos lo más valioso que tiene una República, que es la independencia de poderes? ¿Cuándo dejamos en manos de un puñado de delincuentes el cuidado de las instituciones de la República? ¿Cuándo empezamos a sentir miedo a los gobernantes y a disminuir nuestro verdadero poder de ciudadanos? Ha pasado 40 años y estamos peor. No hemos mejorado un poquito. Vivimos tiempos nuevos para gobernantes de pensamiento viejo, mañosos, ladinos, corruptos a más no poder. Nos ha pegado fuerte el síndrome de Estocolmo y ya hemos pasado el portal del cementerio. No nos queda mucho tiempo para frenar ante el abismo.

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