Un día más, para seguir ganando

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La muerte siempre nos moviliza, es un tema que para muchos es una suerte de “tabú” pero lo cierto es que no hay nada mejor que hablar de ella, porque sin dudas, aquellos que no temen a la muerte son quienes entienden y disfrutan la vida de una manera más intensa, más real, menos desentendida de la “finitud” de lo que significa, estar vivos.

 

Por qué no hay que temerle? Porque está ahí, porque convive a diario con nosotros, porque es parte de la vida misma. “Qué pa qué sirve el frío” dice Larralde, “Pa saber lo lindo que es el calor, si no estuviera el no, el sí estaría de más” concluye sabiamente en esta contraparte de cuestiones que si no entendemos que estamos vivos porque no estamos muertos, es ahí donde nuestra vida debería comenzar a tomar sentido.

 

La ruta siempre es dueña de los pensamientos, mucho transcurre ahí, muchas horas de nuestra vida –sobre todo quienes andamos por diferentes cuestiones en el “negocio ganadero”- pasan arriba de la ruta y allí, es donde vida y muerte conviven constantemente, en esa ruleta que siempre gira y que solo espera que alguien esté desatento de “sus ruidos” para encontrar una y otra frente a si mismo. Pero no temerle, nunca debe significar faltarle el respeto. No temerle, significa poner en contexto la real importancia de la vida, de disfrutar lo que hay que disfrutar, de cuidar ese “envase” que nos pusieron a cargo y llevarlo lo más lejos posible, con dedicación, con cuidados, con disfrute, con sensaciones que deben hacernos sentir, que estamos más vivos que nunca.

 

Y allí vamos, a veces sorprendidos cuando un amigo se va o cuando simplemente alguien cercano para todos-como podía ser “el Gato” un verdadero pintor de lo que todos nosotros vivimos a diario- son “partidas” que nos sorprenden, que nos dejan pensando, pero que sin dudas como en su caso si ese boleto de ida fue haciendo lo que uno disfruta hacer, sin dudas no será una muerte tan dolorosa, tan triste o sin sentido, porque justamente, las pasiones, el disfrute de cada día, son el certificado perfecto para partir sin dejar cuestiones sin cumplir, son el título más certero de que lo que había que hacer está hecho y esa es la mayor pregunta –junto con otras básicas- que debemos responder a diario: hacemos lo que queremos? Vivimos como queremos? Disfrutamos lo que estamos viviendo?

 

Muchas veces me pregunto si no nos hacemos demasiada “mala sangre” en algunas cuestiones que nosotros tal vez, no podamos cambiar, y es ahí donde surge una y otra vez eso que nos lleva a pensar que no hay manera de cambiar ciertas cuestiones…entonces, si no hay manera, hasta dónde hay que preocuparse si realmente estamos convencidos de que no hay forma de cambiarlo o todo lo contrario, no darse por vencidos pensando en que quienes continúen por aquí, deberían al menos saber que hicimos lo posible por hacerlo, aunque no logremos nuestro cometido.

 

La muerte siempre es reflexiva, porque nos muestra muchas veces que es una suerte de final, porque más allá de creencias o religiones, lo que está hoy, mañana dejará de estar y cualquier otro pensamiento, es simplemente imaginario y esa es su verdadera dimensión.

 

La muerte siempre es un cierre y para eso primero hay otro gran desafío que es lo anterior y ahí es donde debemos posicionarnos, porque para que haya un final tiene que haber un camino previo y si aún estamos en ese camino, solo hay un único sentido: recorrerlo, disfrutarlo, quererlo y sobre todo, no dejar nunca que el temor gane sobre el mayor tesoro que nos han regalado, el de sentir que cada día, es un día ganado y en esa cuenta que siempre suma, es donde debemos pararnos, gritar bien fuerte y no dejar que nada eclipse el enorme poder de saber que hoy siempre, es nuestro mejor día.

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