El poder de la palabra

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Qué nos sigue emocionando? Qué es capaz de encontrarnos agazapados, con un audio en el teléfono, con una mirada perdida mientras suena un relato, con luces semiapagadas con una milonga de Larralde relatando verdaderas lecciones de la vida?

 

Vivimos tiempos donde lo inmediato, es una carrera perdida desde “el vamos”. En tiempos donde las redes mandan y todo, parece tener ese único camino. Así inundados de videos, de historias, de músicas pegajosas, de situaciones que nos muestran una vida que no siempre es tan real –porque una imagen y un video, no necesariamente son la vida perfecta- pero lo cierto es que ahí estamos, miramos una y otra vez y es cierto, hay cosas que motivan, hay ciertos videos que emocionan, pero nada a mi parecer, tiene el poder de la palabra.

 

Mientras tanto quienes nos dedicamos a la información, nos damos cuenta que siempre estamos atrás, no hay lugar para reflexionar, nada o poco se piensa, todo es inmediato, todo parece tener urgencia, cuando apenas aún no ha bajado un martillo, suenan los reclamos por el resumen de los precios, o cuantas otras no hay manera de pasar por alto cualquier información, para que rápidamente sea puesta en evidencia su “ausencia” en redes, web o simplemente, “no haberlo mencionado”.

 

Las redes nos han invadido y vuelvo a la frase, de la carrera perdida. La obsesión por tener mil seguidores, seguirá aunque se tenga un millón, porque no son 10 millones y si los tuviera, no tengo 100 millones entonces no sirve. Veo como en medio de un evento, mientras la información ocurre, hay alguien obsesionado por editar un video de la realidad, esa misma que se están perdiendo, porque es importante que el video llegué ya, sino parece no tener valor, porque serán imágenes viejas, porque lo de hoy a la mañana ya ocurrió y no pueden estar en redes, hoy a la tarde.

La televisión sin dudas hoy pasó a segundo plano, podrán hablar mil cosas del rating o de lo que gusten, pero el mundo que se viene, ya no está ahí presente, está en las redes, vive y respira por ellas, no habrá manera de llegarles, con un día y un horario a sentarse, tiene que ser dinámica, viva, real y sobre todas las cosas, inmediata y trasladable.

 

Por todo esto, sigo creyendo en el poder de la palabra, porque no tiene ni espacio ni tiempo, porque siempre es inmediata y sin embargo, toma profundidad con las horas y los días, se fortalece y vuelve a ser comprendida, porque no tiene edades, porque es capaz de meterse donde ninguna red, ninguna pantalla y ni siquiera necesita de “seguidores”, porque es ella quien irá tras ellos y son ellos, los que terminarán encontrándola.

 

La palabra siempre llega, y logrará su objetivo, emocionando, enojando, divirtiendo, pensando, reflexionando, debatiendo, siempre será la que provoque la sensación de una palmada en el acuerdo, ese estrechón de manos imaginario, o por qué no, ese rechazo, ese saber que no se puede estar de acuerdo con lo dicho y será repetida en voz alta, como quien necesita decir “no!” con fuerzas y alterado. Habrá quien no logra inmutarse, pero poco a poco como una enfermedad, irá penetrando hasta que la idea lo golpeé y allí quien haya escuchado o leído, comprenda que no hay manera de escaparse.

 

Muchas veces me pregunto qué debo hacer para seguir creciendo o al menos, no perder el tranco a la hora de estar actualizado, de ser un periodista o un medio que tenga lo que todos quieren o necesitan a la hora de informarse. Y tras no terminar de convencerme con videos que no logro me identifiquen, con fotos que hago por hobby y sin profesionalismo, por notas que intento poner mis más grandes esfuerzos para suplir cuestiones no siempre correctas, es allí donde entiendo que no puedo escapar de lo más poderoso que al menos en mi opinión, sigue dominando el mundo de los que informan: la palabra. Con ella, hay competencia, profesionalidad y una actualidad que nunca, tiene vencimiento.

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