Somos lo que hacemos

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Es difícil mirar lo que ocurre sin quedar por lo menos sorprendido, ante al grado permanente de disputa que genera la ocupación de un lugar, dentro del escenario político Argentino. Como una suerte de “toma del tesoro”, el tire y afloje continuo, los cambios de nombres, el borrado de jugadores, el desplazamiento de apellidos, el ansia de llegar, nos pone a aquellos que no terminamos de entender qué es lo que ocurre, como verdaderos intrusos de este lugar que habitamos que no es propio pero ellos sin dudas, lo tienen como propiedad absoluta.

 

En algún momento de la historia, ocupar cargos políticos, lugares públicos, trabajar para el Estado, construir para un gobierno, fue sin dudas –y sigue siendo en otros países- una cuestión un tanto más seria, sin el vedetismo, sin la impunidad, sin el grado de conciencia que tiene en estos tiempos, donde cualquiera –y cualquiera con todas las letras- es puesto o es sacado de un cargo principal, en un abrir y cerrar de ojos, esa es toda la preparación y toda la dedicación que se puede tener para estar adentro o afuera. Como el mítico dedo del “Cesar” en los Circos Romanos, el pulgar se sube o se baja, y el “ungido” queda coronado en el instante o desterrado para siempre.

 

Esta es la política que tenenemos y dicho hasta el cansancio, que construimos, que permitimos, que dejamos, porque son de acá, porque nacen acá, porque se forman acá y porque acá entre todos, permitimos que así sea, ya no importa demasiado el color político, porque salvo contados y honrosos casos –y acá destaco a Juntos por el Cambio-, al menos permiten que sus seguidores o partidarios, sean quienes eligen a sus propios candidatos, el resto parecen zoombies detrás de su líder, que sin importar a quién limpia o a quien salva, irán cuales corderos a decir, “si señora, si señora”, así se define un partido político, así definen el futuro de quien los conduce y así –Alberto Fernández como el mayor testigo- así de mal les va y con ellos, así de mal, de terrible, de nefasto, fue como llegamos hasta aquí, gracias a esa política zoombie y autoconsumida.

 

El rol del campo no ha sido menor en esta historia, porque tras aquellos actos fallidos de los Agrodiputados, no fue nunca capaz de volver a reconstruirse, no como una fuerza partidaria –algo que un país que depende pura y exclusivamente de la economía agropecuaria debería serlo- pero si al menos como un cuerpo, como un bloque de pensamiento, de ideas, de proyectos, de cuestiones que solo el sector es capaz de promover, debatir, organizar y llevar a cabo, a lo largo y a lo ancho de la República.

 

Nada, incapaz de ser por si mismo, impulsor de una fuerza mayor, inclusive hoy, aún enredado en sus propias limitaciones, con entidades que no se tiene muy claro ni que rol cumplen, ni que objetivos persiguen y en muchos casos –lo vimos hace pocos días con las Cooperativas– quedan inclusive siendo utilizados por el poder de turno, dejándolos a merced de dádivas que solo logran separarlo más de si mismo y en completo ridículo, siendo a veces incapaces, de dar un portazo y cantar las “cuatro frescas”, pero ni siquiera ese poder poseen porque tampoco lo han construido.

 

Una vez más veremos entonces cómo el próximo gobierno, dispondrá por motus propio, las retenciones, la distribución impositiva, las exportaciones –cómo, cuánto, a quienes, por cuánto-, será quien digite que rutas o caminos se realizarán –para el campo, pocos o ninguno como siempre- que tecnología podrá utilizarse, cómo será el consumo interno en carne, en harinas, en productos, cuál será la seguridad y el formato legal y judicial, para todo lo que impliquen delitos rurales, etc, etc, etc. Total y completamente afuera de todo, por elección propia, por interés propio y sobre todo, por incapacidad propia.

 

Lejos seguimos de ser un país agropecuario, cuando su propio sector, no es capaz de entender y formar un bloque político propio, con su propio poder económico y su propia capacidad de tomar decisiones, por eso la política en general, jamás lo toma en serio y no le da el lugar que por si mismo, elige hace rato no tener.

 

Más que nunca cabe la frase, somos los que hacemos y como no hacemos nada, justamente, no somos nada en materia política.

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