Padre Misericordioso

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Ernesto Sábato nos recuerda en su libro “La Resistencia” que “los hombres, a su paso van dejando su vestigio”. ¿Qué es un vestigio? Es una señal o huella que queda de algo o de alguien.

 

Hoy es el Día del Padre. Hay Padres que dejan vestigios, que dejan señales o huellas. Así me pasó al conocer esta semana en Macachín, en ocasión del V Congreso de Cooperativas, el testimonio del Presbítero Fabián Belay y de un puñado de padres y madres que integran, en la ciudad de Rosario, la Cooperativa “Hogar Padre Misericordioso”, que se dedica a la prevención, tratamiento e inserción de quienes padecen problemas de adicciones y no cuentan con los recursos suficientes para sostener un tratamiento en forma particular.

 

La historia del Padre Fabián Belay -recientemente designado Obispo Auxiliar por el Papa Francisco- se inicia en 2009, cuando con su reciente ministerio de sacerdote recibe la invitación de conocer el Refugio “Sol de Noche”, destinado a personas en situación de calle. En ese instante, tuvo la certeza de que aquellas personas en estado de vulnerabilidad necesitaban contención y atención integral. A partir de ese llamado, se formó un grupo de voluntarios llamados “Callejeros de la Fe”, que comenzaron a salir todos los miércoles al encuentro de personas en situación de calle.

 

Con el correr del tiempo, se empieza a experimentar la inquietud de poder dar respuesta a las problemáticas de adicciones que presentaban muchas personas que vivían en la calle. Es así como comienzan a soñar con un “hogar” que brinde tratamientos terapéuticos y contención integral orientada a sanar a la persona. Con ese objetivo nace el Hogar del Padre Misericordioso. Hoy, es una Cooperativa de Trabajo que posee 17 dispositivos de prevención distribuidos en 12 barrios de la ciudad de Rosario y localidades cercanas, 8 dispositivos de inserción y 7 dispositivos de asistencia terapéutica.

 

Muchos de esas personas que trabajan en cada uno de los centros de prevención, centros de vida, centros de niñez, de asistencia terapéutica, hogares de internación y en la granja terapéutica son jóvenes, madres y padres que han abrazado el compromiso y le fe por sobre la anomia de muchos que miran a un costado el flagelo de las adicciones y la vulnerabilidad de la gente que vive en situación de calle. Ellos respiran los valores del amor, la esperanza, el diálogo, el trabajo responsable, la solidaridad, la igualdad y la ayuda mutua.

 

Tal compromiso se pudo palpar no sólo en el testimonio del obispo auxiliar Belay como en quienes se llegaron hasta Macachín para dialogar abiertamente con jóvenes y niños de escuelas de esa localidad pampeana, como así también haber congregado una gran concurrencia de padres y docentes en horas de la tarde del miércoles pasado y contestar las innumerables preguntas de los asistentes. La preocupación por el avance de las adicciones es notoria y es preciso ocuparse rápidamente para no tener que lamentarnos cuando se hace imparable, como en Rosario. No obstante, estos cooperativistas rosarinos siguen adelante y alientan a la conformación de centros de prevención y tratamiento. Lo hacen convencidos porque hay un Padre Misericordioso que los respalda desde la fe y porque el compromiso que han asumido es la lanza que abre paso para revertir el abandono y la anomia de una parte de la sociedad adormecida.

 

Pueda ser que esta llama siga encendida en medio de tanta oscuridad y, como símbolo, que en este día tan especial todos nos comencemos a transformar, con convicción y compromiso, en Padres Misericordiosos que dejemos de mirar para el otro lado y sintamos al desposeído, al adicto, a quien vive en situación de calle como aquel hijo pródigo que siempre puede volver a nuestros brazos para comenzar a cambiar nuestra perspectiva como sociedad y como país.

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