La paciencia de los mansos

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Es cierto, muchas veces me quedo enganchado recordando aquellos momentos, donde producir, no te convierte jamás en el enemigo de nadie. Altibajos, clima, cuestiones políticas o económicas, siempre pasan, son parte del sector, pero los premios de hacer bien las cosas, tarde o temprano te llevan al lugar que tanto buscaste.

 

No sobra nada, no es un país rico, apenas la superficie permite que las exportaciones, empujen y muestren que el campo es capaz de dar lo suficiente, generar riquezas y consumo interno, todo en un equilibrio donde hay gobiernos dispuestos – derecha, izquierda o el que sea- a seguir una línea donde siempre el Campo, esté por delante de los intereses que el resto.

 

Hay ciertos lujos, como pagarle de más a un contratista, que hizo bien la siembra, que no dejó “chanchos”, en la cosecha la historia es parecida, todo se premia, los castigos llegan solos, son para aquellos que no están dispuestos a pensar en el sacrificio del otro. La ganadería tiene mucho por crecer, hay ineficiencias, malos manejos, aún la preñez deja mucho que desear y los campos no tienen el suficiente avance genético que uno pretendería. Pero sin embargo, los precios son los que se pagan en el mundo, los dólares son los que cobra el mundo, inclusive asistir a un remate, siempre deja la satisfacción, que los lotes se abren por lo que valen, el martillero no necesita pedir algo que no se paga, hay una base y por encima, son las ofertas.

 

La coherencia gana los campos, no hay grandes caminos, no hay casi mejoras, pero es muy simple tener de señal de celular en casi todos lados.

 

Estoy hablando de una Argentina posible? No, para nada, estoy hablando de Uruguay, ese que muchas veces me encuentra pensando si en realidad, no deberíamos migrar todos para allá, a llenarnos de lógica y de coherencia, aunque no haya grandes riquezas, aunque el progreso sea a cuenta gotas, pero sin todo el ruido político e ideológico que nuestro país se ha enseñado prácticamente con quien le da de comer.

 

Por eso más de una vez me repito que ya está decidido, no pienso aflojar por más que lo intenten de mil maneras. No queda otra, es lo que aprendí a vivir y no estoy dispuesto a cambiarlo. A veces me lleno de culpas, pensando y diciendo que mucho de lo que ocurre, es mi responsabilidad, por no enojarme lo suficiente, por ser manso hasta el cansancio, por dejar que muchos de los que nos gobiernan y los que no, no se hagan cargo, porque aquí en algún momento, son los que deciden entrar a la política, los que deben cambiar las cosas, yo no estoy ahí, ellos quisieron entrar, por eso, ellos deben hacerse cargo.

 

Entonces repaso, que el senado, sesionó apenas un par de veces, o que el Intendente gana una fortuna y que por más responsabilidades que asuman, en algún momento, deberían dar el ejemplo, no creer que porque están ahí, nosotros simplemente debemos asentir con la cabeza y no decir ni hacer absolutamente nada. Y no se trata de subir al tren de Millei, pero basta escuchar las mil y una estupideces aprobadas y pagadas, que es imposible no reaccionar, enojarse y no prender fuego absolutamente todo, o sino pregúntenle a algún jubilado, que piensa que habría que hacer con los funcionarios de Pami que gastaron 14 millones de pesos allá por el mundial, en compra de gorros y bubuselas como cotillón para el festejo?

 

A veces me enrosco y me digo, “que hace falta para que nos enojemos? A qué nivel debemos llegar para que algo nos provoque una reacción semejante que nos lleve a decir basta? Es necesario que alguna vez terminemos como en Relatos Salvajes y que algún “bombita” desquiciado lleve al sistema a reflexionar, bajar a tierra e igualarse con los ciudadanos de a pie? O termina teniendo razón, ese loco a veces desquiciado llamado Millei, cuando habla de una Casta?

 

Vuelvo a mis pensamientos y escucho tal vez a algún oyente o por que nó, un dirigente repitiendo que “tengo responsabilidades como un comunicador y cuidar de lo que digo, ya que mi mensaje puede llegar a perturbar o a generar reacciones y esa es la responsabilidad que debo asumir”. Por eso, si esto es así, tal vez realmente lo que teman es que quienes escuchan, escuchen lo que muchos de ellos temen, la verdad. O al menos la mía, que dice a una sola voz, “Basta muchachos, de todos ustedes y de sus formas de gobernar, de hacer política y de vivir con mi plata, estoy harto. Y si no les gusta, hay algo que suele gustarles menos: esto es democracia, para otros mensajes, hay otro  dial para seguir escuchando”.

 

Una vez más, me vienen las palabras de algún cura que durante mi adolescencia dirigía el colegio de una particular manera: “señores padres, señores alumnos, las puertas siempre están abiertas para quienes quieran irse”, me sumo con la misma idea, tanto para ustedes que están ahí supuestamente dirigiendo, como para los que no les gusta lo que le digo. Bienvenidos, democracia, el lugar donde yo digo, lo que vos tal vez, no quieras escuchar.

Escribir comentario

Comentarios: 0