Honrar la vida, el legado de Adolfo Glave

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Quiso el destino o el Tata Dios que el miércoles de la semana pasada estuviera en Darregueira y al enterarme del fallecimiento del querido Ingeniero Agrónomo Adolfo Glave en el día anterior, haya podido asistir a su velatorio y acercar el respeto y el cariño que sentíamos por él a su querida familia.

 

No bien difundida la noticia entre los muchos amigos del grupo de Whatsapp, el ingeniero agrónomo Guillermo Marrón señaló: “Fue un referente de mi generación de agrónomos cuando la Siembra Directa no existía en la Argentina y había ya conciencia de reducir las labranzas”. Ahí recordé aquellas notas, grabador en mano, a principios de la década del ’80, cuando nos hablaba de ello y de la necesidad de conservar el suelo con esa pasión que solo tienen aquellos que aman no sólo a su profesión sino también al prójimo, porque pensaba y trabajaba por y para el alimento de las generaciones presentes y futuras.

 

De hablar pausado, sin estridencias, con conceptos certeros, Adolfo supo llegar a sus colegas y a muchísimos agricultores demostrando los beneficios de cuidar el suelo en el sudoeste bonaerense, tal proclive a la erosión eólica e hídrica, utilizando nuevas formar de labrar la tierra, ajustando la densidad de siembra, incorporando fertilizantes, contactando a las cooperativas agropecuarias de la región para que realizaran ensayos bajo las directivas del INTA y así demostrar en la práctica lo que declamaba. Su inquieto espíritu de investigador lo llevó a analizar las precipitaciones con datos que se remontaban a 1894 y llegó a la conclusión de que había fases húmedas y secas de las que siempre hace alusión nuestro querido amigo, el ingeniero Eduardo Sierra, y que luego fueron estudiadas en profundidad por el doctor Ernesto Viglizzo.

 

El querido Adolfo Glave, había nacido en Florida, partido de Vicente López, el 9 de mayo de 1933. Este martes hubiera cumplido 90 años. Cuando apenas tenía 6 años su familia se traslada a un campo en cercanías de Tornquist y desde temprana edad descubre su verdadera vocación, al ver los denodados esfuerzos de sus padres y de otros agricultores contra la erraticidad climática y los fuertes vientos que cubrían a la atmósfera de la tierra que volaba de los campos arados.

 

Cuando llegó al INTA Bordenave, estación experimental de la que fue director, Adolfo conoció a una extensionista oriunda de Pigüé, María José Charbonnier, conocida por todos como “Coca” y ese amor estuvo presente por 60 años, el nacimiento de seis hijos y el disfrute de los nietos.

 

Al ingeniero Adolfo Glave lo puedo definir como un caballero, un hombre íntegro y de grandes valores. En estos tiempos que corren parecen que estuvieran en desuso valores como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad. También, valores como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás. Él fue un hombre honorable que estaba revestido por tales atributos y que transmitió con el ejemplo. Hombres así descansan en paz porque en vida marcaron una senda de bien y desde la profesión se preocuparon y ocuparon por el prójimo.

 

Las personas como Adolfo Glave deben ser permanentemente recordadas y así mantendremos viva su obra y sus virtudes. Como diría Eladia Blázquez, supo “Honrar la vida”.

Escribir comentario

Comentarios: 0