Lejos, pero muy lejos de todo

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Se acabó el tiempo, ya no hay más lugar para los discursos, las mentiras, las chicanas, las “clases de profesor”, la sumisión, el relato, pero sobre todo, se va acabando el tiempo de lo que hoy cada día parece quedarle más lejos, la grandeza.

 

Hubo en la historia y habrá un solo “Alberto el Grande”, también conocido como San Alberto Magno, obispo de la Iglesia católica, teólogo, geógrafo, filósofo y químico, caracterizado por su nobleza y liderazgo. Nada de eso, muy pero muy lejos –sobre todo de cualquier tipo de liderazgo- asoma el nuestro, bien en las antípodas, apenas abogado y no mucho más, pasará por siempre al olvido o a lo sumo en el recuerdo de haber sido el peor presidente de la historia Argentina, visto y que probablemente se verá.

 

Se acabó su mísera historia, porque ni siquiera fue capaz de construir nada, solo, sin poder, sin carácter, sin iniciativas, ni siquiera la virilidad de pegar cuatro gritos, enojarse y darse cuenta que hoy, está tal vez ante la posibilidad histórica de que en tan solo unos 6 meses del final de su ciclo –pensando en Octubre, con lo lejos que queda- sea capaz de meterse en algún libro, aunque sea por la ventana, porque realmente si hay alguien en este país que hoy ya no tiene nada por perder, es Alberto.

 

Quienes lo arrojaron arriba de un sillón, fueron los primeros en darle la espalda. Ninguneado hasta el cansancio, menospreciado por su propio partido, pocas veces he visto a niños, siendo tan retado públicamente por la Señora, dudo que a sus propios hijos alguna vez los haya puesto en su lugar, como lo ha hecho con este pobre infeliz.

 

Por eso, hoy está solo y puede revertir con muy poco, su triste historia. La economía no está muerta aún, agoniza y tiene mucho más por destruirse, por eso, el, tiene la posibilidad de comenzar a poner las cosas en su lugar. Costo político? Cero, no puede tener costos, quien no tiene nada. Por eso, si hoy devaluara, si hoy pusiera las cosas en su lugar, dejando que valga lo que tiene que valer cada cosa, escuchar a economistas serios, no a un vulgar aprovechador que ha estado siempre buscando adonde meterse, para figurar y llegar, algo que tampoco por su rotundo fracaso, hará un tal Sergio.

 

Hoy Alberto tiene la posibilidad de convocar al campo, de pedir disculpas y encomendarles el país, de poner en sus manos con un acuerdo único e histórico, el vuelo que el sector necesita para que con siembra, con ganadería, con todas sus producciones regionales, exporte y gane lo que tiene que ganar. Dólares, bien derramados a toda la economía, pero a la real, a la de los pueblos, a las del interior, a las que mueven los bolsillos de todos. Poner de fundillos en el “de los pantalones” de la mano de la justicia a quienes hoy toman calles, dejar bien claro, que existe el derecho de protesta, pero que no es superior al de circular, que nadie puede hacerse dueño del espacio del otro. Y si hay crisis, que la haya, y si hay revueltas, serán porque dejando en claro que no se puede someter los derechos ajenos, quienes se resistan tendrán que ser sometidos por la ley y la justicia y serán ellos mismos los responsables de las consecuencias. Total, quien puede decirle algo a un presidente que ya no existe?

 

Por eso, hay tiempo para allanarle el camino al próximo presidente de la Argentina, a quien venga convencido, de que este sistema instaurado por el Krichnerismo, es en blanco y negro, retrasa mil años, nos ha llevado al peor de los lugares y hoy, la grieta no existe, porque en definitiva quienes deben dejar de existir como política, son ellos.

 

Alberto, tiene una oportunidad inigualable, para que en tan solo 6 meses, sea el peor de todos, pero con una imagen que al final, haya mostrado que su “pateticismo” era por sometimiento y finalizado el mismo, haya recuperado algo de toda su dignidad perdida. Pero sabemos –y la historia lo sabe- que Alberto El Grande, habrá uno solo. Este, el que nos tocó a nosotros, es el más pequeño de todos, diminuto, insignificante y como tal –merecidamente- destinado a desaparecer para siempre.

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