Verdaderos faros, para iluminarse

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Qué los hace diferentes? Qué motiva a esas personas a irradiar lo que  irradian? Cuánto hay de “idealización” en nuestra mirada y cuánto hay de cierto? Como dicen por ahí, “algo hay” sin dudas para que brillen, para que su nombre quede grabado en el inconsciente general, algo seguramente tienen. Y no hablo de grandes próceres, genios o reconocidas figuras, hablo de simples historias familiares, del vecino de algún pueblo, de algún profesional de la trinchera, esos que todos mencionan y que muchas veces desde el anonimato, dejan su nombre grabado por generaciones.

 

Nuestras familias siempre tienen uno de ellos, por anécdotas, por historias contadas por nuestros adultos y hasta muchos tienen la suerte de ser contemporáneos de alguno de ellos. Voy a dar dos ejemplos de situaciones vividas, en tan solo dos semanas.

 

 Hace pocos días asistí a un encuentro de una familia a la cual no tengo relación alguna y los relatos que allí se fueron sucediendo, dejaron claro que hay personas capaces de trascender ciudades, provincias y desde ya, generaciones.

 

“Pepa” cumplió sus primeros jóvenes 90 años y les juro que es difícil encuadrarla por su edad, todo en ella irradia alegría, motivación, con más de 50 invitados, muchos de los postres y cuestiones, las elaboró por si misma. De pasado cordobés y esposa de un militar, se abrió camino en una ciudad ajena para ella, con inicios durísimos entre magros sueldos al principio, mudanzas y traslados, pero forjando una familia que fue creciendo, mientras que allá lejos en Córdoba y Mendoza, su nombre resonaba siempre fuerte, con relatos, con historias, como un “faro” a la hora de alojarse, encontrar una mano amiga lejos de casa, una oreja para escuchar, un abrazo y un buen plato de comida. Sus nietos, al día de hoy, conservan su apellido, como portadores de una llama que en los mil relatos escuchados, nada podrá apagar, para que al día de hoy su casa siga siendo el lugar que todos elijen para visitar.

 

Gente diferente dije? Si claro que las hay: en todos lados, en el campo, en los pueblos. Hace más de 10 años atrás me tocó asistir a una visita de técnicos y algunos jóvenes productores, un diminuto grupo de no más de 12 personas, mirábamos a un loco apasionado arrancando plantas de “soja” de un potrero, mostrando las diferencias de como un cultivo difícil de ganar terreno en el sudoeste bonaerense, era capaz con manejo agronómico y baja densidad de siembra, de lograr rindes dignos, con mucho futuro y entender que quien lo decía, no solo lo hacía con conocimiento y convicción, sino que era capaz de convencer, por carisma, por entender que los secretos y las ideas, cuanto más se comparten, más crecen, más se intensifican.

 

Por eso hace tan solo cuatro días atrás al ver más de 15 empresas, unos 150 productores y técnicos, periodismo, asesores de todo el país, asistir a sus jornadas, llamados por la importancia de lo que allí se vería y se diría, no pude más que entender que hay un hilo conductor en esa “gente”, en ese tipo de persona, iluminados pero forjadores de una personalidad y de una pasión únicas, contagiosas, diseminadoras. Y aquello por lo cuál todas, absolutamente todas las semilleras miraban de costado y con recelo, contradiciendo “recomendaciones” y supuestamente caminando en contra de sus intereses comerciales –baja densidad es sinónimo de sembrar menos semillas y comprar menos supuestamente -, sin embargo, hoy ninguna, absolutamente ninguna de ellas, quiere estar afuera de lo que él haga.

 

Hoy para muchos en el país “maíz y su nombre”, suelen ser sinónimos–si dije el país, ya no es más el Perdido, Aparicio, sudoeste o provincia de Bs As-, no, trascendió fronteras, y tan solo siendo fiel a sus convicciones, a sus conocimientos, a su capacidad de compartir absolutamente todo, lo que día a día, los potreros le mostraban.

 

Están ahí, son diferentes y lo único que están esperando es ser vistos para que vean su brillo -porque ellos ya brillan por sí mismos- pero como todo faro, necesitan de la inmensidad del mar para que su luz se haga más grande. Del más sencillo de los sitios, hasta lo más alto de los pedestales, gracias a ellos, muchos de nosotros somos cada día, un poco mejores.  

 

(*) Editorial dedicado a Pepita Duttari y al Ing Gustavo Thiessen

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