La lucha por la dignidad

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Quien no los tuvo? Quien no padeció de esos momentos que parecen nunca van a terminar y bajar los brazos parece la única salida? A Todos, tarde o temprano siempre nos invade. Desazón, cansancio, resignación, todo parece confluir para que lo peor solo esté por llegar, porque a veces nos decimos, “peor no puede ser” y sin embargo, el abismo tiene una sola característica: tiene el final que nosotros estemos dispuestos a otorgarle.

 

Por eso es un momento clave, es el punto exacto para decir “se acabó”, dar vuelta la cabeza, “reiniciar el sistema” y emprender con fuerza lo que resta por delante. No va a ser fácil, no habrá muchos estímulos, pero es el momento de comenzar a cambiar lo que tanto nos desmorona.

 

El rumor es constante, todos conocemos los “hijos de” que salieron a probar suerte afuera, por oportunidades, por trabajo, por simples sensaciones de saber que por allá, lo justo es justo, la seguridad es segura, y el progreso, si bien no tiene catapultas, lo da el equilibrio, el sentir que cada mes, no hay un ahogo, no hay cambio de reglas. Por eso, es fácil poder aconsejar que lo mejor es irse, sin embargo es resignarse a dejar de pelear.

 

Pelear dije? Que fecha fuerte para esta palabra. Porque si hubo pelea más desigual, guerra más disparatada, decisión más equivocada y dolor más profundo, Malvinas es el resumen de todo eso. Y eran jóvenes, que también parecían “irse afuera”, pero no justamente para buscar una mejor vida, sino más bien, para quedarse sin ella.

 

Cuántas veces escuchamos hablar de “patriotismo” si hasta algún político que aún pulula por la Rosada ha osado llamarse patriota, deshonrando a aquellos jóvenes que realmente desaparecieron, que tuvieron madres con dolor genuino, sin cosas raras, sin ideología, peleando por todos nosotros, sin que nadie siquiera les haya preguntado si realmente querían, si así lo deseaban. Y sin embargo, ahí los vemos, muchas veces peleando por un subsidio bien ganado, y esos que deberían ser bien pagos y de por vida, no como los millones de vagos que mantenemos y que por no ser dignos de laburar en serio, pretenden que de por vida, nosotros hagamos el resto.

 

Nadie los vio cortar una calle, no tuvieron ningún paro para hacerle a nadie, no pudieron elegir: fueron, pelearon, vivieron o murieron, pero una vez que llegaron allá, creyeron que se podía, ese seguramente debería ser el mensaje más importante que debamos rescatar, justamente nosotros que solemos bajar los brazos, que solemos a veces incitar a nuestros hijos, a “que se vayan, porque acá no hay futuro”. Futuro, algo que todos aquellos chicos, perdieron cuando subieron a cualquier avión, a cualquier barco, en el mismo instante que desembarcaron en aquellas inhóspitas islas.

 

Creer que hay una Argentina mejor, suele ser difícil, porque la cruda verdad es que no la hay hoy y que difícilmente –al menos con esta gente al frente y sus secuaces- exista posibilidad alguna que la haya. Pero si es cierto, que con muy poco, con el más mínimo cambio de idea y de horizonte, vamos a estar mejor, muchísimo mejor, por más sacrifico, ajuste e inflación que haya por delante.

 

Porque si hay algo que nos vinieron a robar, es la esperanza, es el creer que se puede, quieren quedarse con la idea de que el trabajo, las leyes, la educación, no pueden ser meritorias, una aberración que tarde o temprano, muere o se mata a sí misma, o acaso el ejemplo de que hoy quienes están en la cárcel son los que dominan la delincuencia, no es el más claro de que esta idea de los derechos sin obligaciones, es abortiva por si misma y se termina autoconsumiendo tarde o temprano.

 

Hoy es un buen día, para volver a creer, porque allá en nuestro punto más Austral, un grupo de jóvenes nos enseñó, que hay una patria por la que siempre vale la pena, seguir peleando. Aunque a veces creas no tener más armas, aunque a veces pienses que está todo perdido. Porque lo que nunca perderemos nosotros y ellos –el gobierno y una gran parte del sistema político- no van a obtener nunca, es nuestra dignidad. Así debería llamarse a esta gesta de Malvinas, la gesta de la dignidad Argentina.

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