Mirar al futuro

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Estamos prácticamente sin cosechas y sin posibilidad de generar más dólares. Estamos sin reservas monetarias. Al ministro de Economía, Sergio Massa, se le escapó el conejo de la galera. Tenemos un verano récord en altas temperaturas que nos siguen arruinando los pocos cultivos que quedan en pie. Los narcotraficantes desde las cárceles tienen mejor conexión que el resto de la ciudadanía. Imbéciles que son guiados como marionetas por personajes arteros y cobardes que se esconden en las sombras, vandalizan silos bolsa. El Gobierno traba las exportaciones de maíz. Tenemos tipos de dólar como para hacer dulce. En los últimos 21 años el campo transfirió en retenciones 175.000 millones de dólares, pero nadie sintió que le haya llegado algo. Salvo contadas excepciones, las escuelas de nivel inicial, primarias, secundarias y universidades son un almácigo de ideologías. Desde hace mucho tiempo tenemos sindicalistas ricos y trabajadores pobres. Los tres poderes del Estado han dejado de ser independientes. El sistema democrático está resquebrajado. La presión impositiva es intolerable. Los movimientos sociales, guiados por inescrupulosos que viven de sus guiados, han tomado la calle como propia ante una autoridad impávida. La violencia narco y de la otra se enseñorea por doquier. La anomia que recorre a los habitantes del país es casi total. La mentira y el embuste de la política es algo corriente. Los políticos de la oposición son un nido de caranchos. Y, para colmo, tenemos un gobierno manejado por Los Locos Addams, donde la principal protagonista, donde Morticia, además de estar chiflada, no se hace cargo de los dislates que hace la gente que puso a dedo y de los cuales ella forma parte. En síntesis, los argentinos -como señalé el domingo pasado- estamos presos de un Estado autoritario, corrupto, incompetente, nepotista y clientelar.

 

Adormecidos por el éter dietílico, de olor dulce, nos ha hecho perder el rumbo y hemos comenzado a dar la espalda al porvenir. Desde 1945 hasta la actualidad, salvo algunas excepciones, siempre hemos estado mirando al pasado y añorando estupideces como la sidra y el pan dulce que la Fundación Evita le dio a nuestros padres y abuelos o la bicicleta o la pelota que les regalaron, mientras el verdadero poder se encargaba de someterlos desde la dádiva, el engrosamiento del empleo público y libros escolares ideologizados, entre otras acciones que llevaban a cabo para endiosar al líder. Lo peor es que este cuentito es repetido por jóvenes que ni saben quién fue Perón y qué significa la proscripción. Tampoco se las llevan de arriba las intervenciones militares en el poder político, que más que ordenar, se transformaron en aves de rapiña al igual que los dirigentes actuales y pasados.

 

Estamos por cumplir 40 años de un nuevo ciclo democrático y no hemos sabido construir prácticamente nada. Hemos preferido encontrar las claves de lo que somos en el pasado que no necesariamente nos contó lo mejor que podemos ser.

 

 Aun estamos a tiempo de resurgir de entre las brasas que nos están consumiendo. No debemos temer al porvenir, pues se presentará mucho mejor siempre que las claras contradicciones que aún mostramos como país desde hace mucho tiempo. Hay que sacar coraje de donde no hay. Hay que imaginar la luz al final del túnel, aunque no la veamos. Hay que proyectar la dinámica del convencimiento de que podemos comenzar a caminar un nuevo sendero y que nos reconcilie con el gran déficit de nuestra historia: el futuro.

 

Si nos convencemos de hacerlo, valdrá la pena llamarnos argentinos.

Escribir comentario

Comentarios: 0