Tejer redes

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Hay días en que siento una mezcla de sensaciones muy intensas por todo lo que nos ocurre en ésta, nuestra Argentina, que nos duele, nos conmueve, nos rebela, nos entristece.

 

El domingo pasado cumplí 67 años y, desde niño, siempre he tratado de ser un constructor, un protagonista entusiasta y comprometido para lograr un país mejor. Me he esforzado en el ámbito educativo, en los trabajos que he y sigo realizando, en mi profesión. Nunca dejé de pagar mis impuestos religiosamente. Trato diariamente de ayudar al prójimo, bajo la premisa inculcada por mi querida y siempre recordada bisabuela cuando me decía: “Has bien sin mirar a quien”.

 

Sin embargo, nunca me imaginé que podíamos estar como estamos: un día peor que el otro en lo político, en lo social y en lo económico. Nos venimos desbarrancando fiero y no hay de dónde agarrarse. Estamos como náufragos que hemos perdido la esperanza del salvamento y contamos las horas que nos falta para sucumbir. Estamos exhaustos de remar en un mar asechado por la corrupción, la mentira sistemática, la falta de equidad y de justicia, plagado de políticos que se miran su propio ombligo y que tratan de gobernar un futuro cementerio.

 

Miro las fotografías de mis cinco nietos que posan sobre mi escritorio de trabajo -un regalo apreciadísimo en mi cumpleaños- y en sus sonrisas comienzo a sentir fuerza como para defenderlos de esta terrible realidad que nos abarca diariamente a millones de compatriotas. A pesar de que Miguel de Unamuno dijo que la vida es agonía, es bueno señalar que, el agónico, lucha denodadamente por seguir viviendo. Siente la proximidad de la muerte, pero se rebela. El valor está, precisamente, en esa rebelión. Tenemos que empezar a mirar a los ojos de nuestros hijos, de nuestros nietos, de nuestros biznietos, de nuestro prójimo para empezar a levantarnos, rebelarnos, de tanta ignominia.

 

Tenemos que empezar a generar, a forjar, a moldear células sociales benéficas que nos ayuden a poner blanco sobre negro lo que nos está pasando. Debemos ayudarnos a desenmascarar a los políticos, sindicalistas y líderes de organizaciones sociales embusteros, corruptos y ladrones, inútiles o “calienta sillas”, a los que se aprovechan y traicionan a quienes dicen defender; a los funcionarios y empleados públicos que se “rascan” porque ejercen la profesión de “noquis”; en fin, a todos aquellos que ven una oportunidad de coto de caza para su propio provecho a costa del ciudadano.

 

Comencemos a revalorar nuestro metro cuadrado y el metro cuadrado de nuestro prójimo, pero no con murallas o grietas que separen. Nuestra manera de contribuir es tejer redes que comuniquen, que amplíen nuestro horizonte mental, que nos ayuden a mantenernos a flote con la esperanza de salir del naufragio, que nos brinden coraje para la tarea a emprender. Nada será imposible ante una red de afecto societario para reconstruir la República.

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