¡Dejen de hablar, gobiernen!

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Dicen que el pez por la boca muere. Hay un importante refranero acerca de hablar sin pensar en lo que se va a decir, por caso: “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”; o “quién de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz”; o “es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad”; o “habla para que yo te conozca”, por señalar algunos dichos.

 

En esta categoría del concurso “hablar sin hacer trabajar a las neuronas” se las llevan muchos políticos oficialistas y opositores, sindicalistas y líderes de movimientos sociales, pero el mayor campeón de todos los tiempos, sin lugar a duda, es el presidente de la Nación Alberto Fernández. Sólo basta escucharlo para que se nos revuelva el estómago de tantas imbecilidades y mentiras que esgrime sin sonrojarse.

 

Recientemente señaló: “Nadie se apropió de las vacunas. Se distribuyeron equitativamente a cada rincón de la Argentina. No empezamos vacunando a los poderosos y dejamos para el final a los más débiles”. Pero el 23 de febrero de 2021 ya había dicho: “Terminemos con las payasadas. Yo les pido a los fiscales y a los jueces que hagan lo que deben. No existe ningún tipo penal en Argentina que diga: Será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila”.

 

También dijo hace poco: “Gran parte de la inflación es autoconstruida y está en la cabeza de la gente”. Y si nos remontamos al año pasado, también denotó: “Sergio Massa ha traído tranquilidad a los mercados”.

 

El 16 de septiembre de 2020 afirmó sin más que “lo que en verdad nos hace evolucionar y crecer, no es verdad que sea el mérito que nos han hecho creer en los últimos años”. Unos meses antes, el 1 de abril de 2020, al referirse a Hugo Moyano soltó la siguiente frase: “Facundo y Pablo tienen un padre que es un dirigente gremial ejemplar”.

 

Mientras que el año pasado, en pleno juicio a su vicepresidente y ante los alegatos contundentes de la fiscalía, lanzó una temeraria amenaza: “Nisman se suicidó, espero que no haga algo así el fiscal Luciani”.

 

Podríamos estar toda la mañana desglosando frases matadoras del mayor campeón nacional e internacional de “hablar sin hacer trabajar a las neuronas”. Sólo pusimos algunos ejemplos recordatorios para nosotros, los argentinos sin memoria.

 

En estos días estoy leyendo el libro de Martín Caparrós sobre Sarmiento, y del que me impactaron algunos conceptos de aquel gran maestro y presidente de la República Argentina entre 1868 y 1874. Dice: “En esos años yo, el bocazas, yo, el incontinente, yo, el polvorita, aprendí a callarme la boca. A mis años no tuve más remedio que aprender, porque entendí que un presidente no puede hablar como cualquiera. Lo que dice un presidente es diferente: eso que los filósofos llamaban palabra eficaz, para decir que eran dichos que producían efectos en la realidad. Lo que dice un presidente los produce, así que tiene que hablar poco, medido, cuidadoso…”

 

Los contrastes del ayer y el hoy están a la vista. Será por lo que aquella Argentina, aún con inequidades, se desarrolló con educación de calidad, con el trabajo del campo impulsado por cientos de colonias agrícolas pobladas de inmigrantes, con el progreso y el ascenso social como Norte. La Argentina de hoy dista años luz de aquel pensamiento progresista, donde el “Loco Sarmiento” aprendió a callarse la boca y gobernar. Hoy, un “bocón” y “una ladrona” sólo administran pobreza.

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