Belleza, donde nace el espanto

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“Y sí te va a llover, tené confianza que te va a llover. A veces hay cosas que no se pueden ni medir ni pesar, pero que están presentes y decía mi viejo –fundamentalmente cuando le salían las cosas bien- Dios ayuda a los buenos, así que generalmente lo tenemos jugando en nuestro equipo” alienta el Gallego, en una charla motivacional con un amigo.

 

Y así transcurren los días, es casi un volver a empezar a diario, convencerse una vez más de que lo que no ocurre va a ocurrir, ese es el gran secreto del productor agropecuario, creer ciegamente, creer que es posible, que si hay un milagro, ese milagro siempre va a ocurrirle a él, de allí esa casi “épica” constante que le vemos vivir y que muchas veces lleva a que las cosas simples, las sufra – porque hay un negocio de por medio, porque está su propia vida y de la familia incluida por delante- pero también es cierto, hace que las disfrute de otro modo. “Nosotros vemos la belleza en el laburo, somos capaces de disfrutar ver un tractor metiendo hectáreas, o ver un animal en un potrero. Estamos en capacidad de apreciar la belleza donde el común de la gente no lo ve, tenemos suerte de ver un tipo sembrando y que eso nos emocione, el productor y la vida es lo mismo”, se emociona el Gallego en su relato.

 

Parte de la charla surge de una nota, donde otro productor manifiesta su constante temor a quedar afuera de la cancha, tan solo con 200 has propias y 500 alquiladas. “Me siento vulnerable” es la frase de Claudio cuando se rompe la cabeza, pensando una y otra vez de qué manera financiarse. “Yo no quiero que me regalen nada” apunta, pero entiende perfectamente que en un sector donde a la hora de sembrar, fertilizar, comprar maquinaria o hacienda, no existe en el mundo – remarco, en el mundo- cómo producir sin créditos y tasas razonables, justamente para aquellos por los cuales gracias a su trabajo – aunque muchos no lo vean y no lo entiendan- el país, come, respira y sobre todo el estado, se hace de esa caja tan deseada, llamada exportaciones, retenciones e impuestos, que como por arte de magia, hace desaparecer prontamente, para que nada pueda ser visto por el ciudadano.

 

Muchas veces me pregunto: dónde está toda nuestra plata? No hablo del campo, hablo de la de todos, de la del que tiene mucho y de la de aquel que hace lo que puede, en menor o mayor escala, mucho de nuestro dinero, se lo lleva el estado y sin embargo, las rutas no están, la educación sigue en caída libre, la salud, la seguridad, los servicios, son los mismo que los de hace 50 años atrás, con algún agiornamiento y no mucho más…donde está la plata? Es la pregunta que seguramente nos hacemos todos, mientras que la cosecha de trigo dejará 4400 millones de dólares menos y habrá que prenderle velas a todos los santos, para que llueva pronto y bien y se salve la gruesa, la gran esperanza de muchos, gobierno a la cabeza de las suplicas.

 

Lo cierto es que la grieta en cuestiones de economía es cada vez menor: ya son muchos los que se dieron cuenta de que estamos todos en la misma bolsa: le va mal a todos por igual, al campo incluido. Por eso me vuelven las sabias palabras del Gallego a la cabeza, que continúa en un verdadero rosario de sabidurías al referirse a la vulnerabilidad del productor: “Hoy ese tipo es entendido por una gran parte de la sociedad. Porque se empieza a visualizar una realidad que sabe mucha gente que no somos nosotros los culpables de esta realidad. Ya la culpa no es porque alguien aumenta el precio o porque genera inflación, sino porque suben los costos y porque ese tipo tiene que sobrevivir y esto es muy positivo” asegura en sus reflexiones. Sin dudas, el final del relato, es una pintura de porqué hoy todos entienden que si existe algo ineficiente, ese gran problema es el Estado, un verdadero agujero negro en nuestra economía. “Gracias a Dios en la Argentina, existe una gran porción del mercado en negro y eso es lo que nos va haciendo sobrevivir. Si el mercado estuviera todo blanqueado todos los recursos caerían en manos del estado y si eso ocurriera hoy nos estaríamos canibalizando, comiendo unos a otros porque el estado haría que esa plata desaparezca como todo lo que tiene”, concluye.

 

Belleza, encontrar pasión, sabiduría, esperanza y tozudez es sin dudas lo más bello de la producción agropecuaria. Para la barbarie y el espanto, está el estado. Por eso, una vez más insistimos: por seco que parezca, el clima siempre es lo mejor que tenemos.

 

(*) El Gallego- Antonio Martínez

(*) Claudio: Claudio Sthempelet, nota realizada en Bichos de Campo

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