En la vida como en el fútbol

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Se fue una semana de locos, donde lo extremo se vivió a flor de piel, donde bajar un cambio no fue algo posible, donde el día después siempre nos invita a reflexionar de cómo vivimos, de cómo sentimos, de qué manera nuestra particular manera de ver las cosas, nos enfrenta con una realidad que solo suele tener malos finales, porque solamente “los milagros” –que no suelen existir en estas cuestiones – nos terminen salvando de la total debacle.

 

Nadie, absolutamente nadie puede negar que la justicia en la Argentina tiene más vendas en su rostro que balanzas inclinadas hacia la verdad y lo justo. Para ello basta ver cómo los ciudadanos comunes, asisten a una justicia generalmente severa e impoluta, mientras que los delincuentes, los que más poder tienen y los de peores delitos, siempre obtienen algún tipo de beneficio, ya sea de la duda, de vericuetos judiciales y de cuestiones que siempre parecen, beneficiar a un asesino, a un violador, a un multimillonario que no puede comprobar ni un cuarto de lo que tiene, pero de alguna manera, ellos siempre salen adelante.

 

Por eso vivimos como vivimos, por eso generamos un odio general, sin dudas siempre somos supuestas “víctimas” de complot, de un árbitro, de un técnico ajeno, de la Fifa, de los rivales o de quien sea, pero donde haya un conflicto, donde exista “picante” en declaraciones o en actuaciones, allí habrá un Argentino de por medio. Y no se trata de caer en un facilismo, es simple, en todo un mundial, quienes terminamos enredados siempre en alguna cuestión, solemos ser nosotros. Hacerse cargo se llama.

 

Por eso en la misma mirada, más allá del fanatismo político o ideológico, en algún momento también debería caer la misma perspectiva: como es posible que alguien que entró a un gobierno, sin demasiado encima, termine con un hotel siete estrellas, sus hijos millonarios, un empleado de banco cuyas propiedades son hasta por el desconocidas –y todo ganado en base a licitaciones del estado -, posee mayor cantidad de hectáreas que las Islas Malvinas y la única conclusión en la que arriban sus ciegos seguidores, es que hay un complot y una persecución política y el resto deja de evaluarse. O peor aún, la respuesta suele ser, “y los otros que? No robaron? Los otros no se llevaron la plata afuera?”. O sea, se valida un acto delictivo, enrostrando otro acto delictivo como única compensación? Si los otros se llevaron la guita o también robaron, a ellos con la justicia y el peor de los castigos también, pero no por ello podemos justificar el robo anterior!!! Esa es la clásica reacción Argenta, no hacernos cargo de lo que debemos hacernos cargo.

 

Y ahí vamos, a semifinales como si no hubiera más nada en la vida, enceguecidos de pasión, con el corazón en la mano porque en el fondo, vivimos tan pero tan al límite de todo, que necesitamos imperiosamente un triunfo de algo, una mínima alegría, un saber que la justicia dentro de una cancha de fútbol, pasa por ser quien hace más goles que otro y no hay mucho más por hacer, por criticar o por obtener. Necesitamos ganar, porque sin dudas en todos los campos económicos, políticos, sociales y hasta lamentablemente –hoy- culturales, hemos perdido por goleada, nos hemos dado prácticamente por vencidos y estamos últimos en todos ellos, con gobernantes y políticos, emperrados en seguir allí, tratando de imitar a los peores, tratando de seguir los más malos ejemplos de cómo nunca llegar jamás, a una final donde lo justo, lo lógico, lo correcto, sean el camino.

 

Por todo esto, hoy nos aferramos al fútbol. Porque allí tenemos un equipo que tiene estrategias, que tiene un conductor que no es verborrágico y arrogante, que tiene jugadores dispuestos a dar todo, a pesar de ser millonarios con plata ganada en justa ley, tienen la humildad de poner el alma y dejar su físico por una camiseta. Y si no tienen la suerte de ganar o son superados, será justo. Son sin dudas la antipolítica, son la contracara de todo lo que nuestra política no logró, no logra, ni logrará jamás con el mismo esquema de juego.

 

Hoy el fútbol es nuestra única esperanza, no de ganar, sino de demostrarnos a nosotros mismos que algún día, podemos dejar de ser lo terriblemente mediocre que hoy como país, seguimos siendo.

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