Récord de vuelta

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Durante muchos años gran parte del campo Argentino, se olvidó de los promedios. Una carrera alocada, donde el récord de vuelta es lo único posible, basta con escuchar cuales son los valores de alquileres en zonas agrícolas – y no tantas- o cuántos kilos de carne hay que pagar para poder enfrentar con un rodeo, números que hace rato no cierran en el Excel.

 

Sin embargo, la capacidad, el conocimiento, la audacia y hasta la locura inversionista, hacen posible que un sistema, funcione, aunque sea con “fórceps”, pero termina funcionando, porque lo que no alquile alguien porque no le dan los números, vendrá el siguiente y lo hará, ese es el pensamiento generalizado de muchos propietarios que jamás se interesaron si quien arrienda, es un “minero en potencia”, o si pasados los años de alquiler, su campo tendrá futuro. Pero claro, en un país donde el primero que jamás piensa en el futuro es el Estado, por qué razón un privado debería hacerlo?

 

Durante muchísimos años hemos visto crecer movimientos fundamentalistas de la agroecología, y el mundo ha tenido ya varios inconvenientes al respecto, pasó ya con “Sri Lanka”, donde luego de prohibir la importación de “agroquímicos”, tras una crisis agroalimentaria grave, con una caída estrepitosa en la producción, hubo que dar marcha atrás. Ese solo ejemplo, basta para graficar que de la teoría ecologista, a la cruda realidad diaria, hay una brecha inmensa. Porque nuevamente, vemos que es encantador hablar de medio ambiente, del no uso de productos, de una eficiencia amigable, pero por otro lado, la presión tributaria e impositiva, impide cualquier intento por sacar el pie del acelerador y encontrar un equilibrio en el reposo de potreros, en inversiones en cultivos de servicio, en un campo de cobertura durante todo el año, en convivir con malezas y enfermedades, en encontrar algún tipo de beneficio para aquel, que haga bien las cosas. Ni siquiera muchas veces hay estímulos para que quienes arriendan, entiendan que cosechar, no es el final de un potrero.

 

El clima se encargó este año, de mostrarles a muchos ganaderos, que la eficiencia extrema, también puede ser castigada. Lo dicho, en muchos casos, hay que decir que no, cuando el Excel dice que los números no dan, es momento de bajar la guardia y retirarse, más que nunca cabe la frase, “ensillar hasta que aclare”, porque el límite de jugar al límite, tiene al quebranto a la vuelta de la esquina y de eso, no siempre se vuelve.

 

Otros tal vez, deberían entender que la carga y el ir a fondo, no puede ser para siempre, tiene que existir otra forma, otro ejemplo lo dieron hace años los tamberos que pasaron a “once a day” y que con un solo ordeñe diario, bajaron costos, bajaron rentabilidad, pero ganaron en tranquilidad, calidad de vida y un futuro más claro para sus propios campos. Tiene que haber otra forma de producir, por eso cada vez más suenan pastoreos “voisin”, manejo sustentable, cultivos como remolachas, etc, sustitutos de corrales, un cambio por una vida de campo, que más allá de la tecnología y la eficiencia, se parezca más a una vida de campo y no una carrera contra reloj de 365 días y el mismo número de noches para poder al menos, salir vivos del planteo.

 

El clima siempre nos muestra algo, siempre enseña, es corrector, es capaz de mostrarnos no solo nuestros límites y nuestras capacidades, sino también de ponernos frente a uno foto, de la peor de las caras, esas que nadie imagina jamás, pero al ponernos frente a frente, nos da la posibilidad de que cuando la catástrofe pase, olvidarse jamás puede ni debe ser una opción, valido para los incendios del año pasado en los Esteros, para la sequía de Pergamino de este año o para las inundaciones de la cuencas, no olvidarse, jamás dejar de “leer la naturaleza”, porque hay mil señales dando vueltas de que lo peor, está en nuestra narices, a la vista de todos, simplemente hay que dejar de dar récords de vueltas, volver a los promedios, es el ejercicio más saludable e inclusive, saber decir, basta.

 

Por todo esto, volvemos al lugar de siempre: tarde o temprano, al Estado habrá que decirle, basta. Porque no saber decir que no, puede ser el final de una producción, de una familia o peor aún, de un suelo y un campo, para siempre. El futuro depende de ese límite y el clima por suerte, siempre viene a gritarnos, que mañana puede ser tarde. Aprendamos a escucharlo.

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