Más allá de Don José

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Los caminos de la orilla de las vías siempre son una excelente elección. Primero porque para cuando no estamos muy seguros hacia donde estamos yendo, tarde o temprano unos 25-30 kms como mucho, seguramente aparecerá una estación, no puedo firmarlo para aquellos que estén perdidos y recuerden en ese momento a mi pobre madre, pero existen muchas posibilidades que así sea. Lo cierto que tarde o temprano, ahí estará, aparecerá el cartelito de chapa obligatorio –no el verde rutero, el clásico punteado de agujeritos del ferrocarril- y si aún queda algo de la estación, habrá cartel grande y algún otro que nos indique las próximas estaciones.

 

Habrá de todo, estará seguramente algún galpón viejo abandonado, en otras se podrán ver intactos y hasta en uso los grandes silos y en muchas ocasiones hasta mangas y corrales, de los tiempos donde la hacienda, viajaba sobre rieles. Si hubo población aunque esté abandonada, estará el club por ahí nomás, alguna vieja casona o hasta el rastro de una cooperativa que ya no funcione, escuela cerrada y seguramente algún otro edificio que marque el rastro de que allí hubo vida, trabajo, educación, recreación y futuro, ese mismo que en algún momento, nuestra querida, eterna y errática política, destruyó en un abrir y cerrar de ojos.

 

Cuánto pasado existe acumulado en esos pequeños rincones arrumbados, hace muy poquito en cercanías de San Mayol –otra de esos tantos ejemplos- vislumbre una hermosa iglesia que aparecía en un potrero detrás de los alambrados, casi en el medio de la nada, como imaginando tal vez el ritual de ir a misa, de muchos que vivían en la fe, de seguir creyendo en un país donde no siempre se podía creer.

 

Pienso en las casonas históricas, esas mismas que hace poco con tan buen ojo retrató el amigo Guillermo Srodeck, con mil historias, de sueños, de amores, de fantasmas, de riquezas, de gente que creyó que vivir en crecimiento, podía ser una realidad.  Guillermo se adentró también en pulperías, en esas por las cuales pasaron miles y miles de tardes y noches, de anécdotas, de relatos, de necesidades, de abastecer a quienes quizás encontraban allí, lo necesario para vivir, no siempre de alimento, sino de una voz que acompañara los días y noches de soledad.

 

Dije cultura y me vino inmediatamente a la cabeza el día de la tradición, esa misma que siempre en Argentina tiene un contexto siempre gaucho, es como si El Martín Fierro y todo lo que lo contiene, fuera la única tradición posible. Es cierto, Don José Hernández fue quien le puso el sello a todo ese conjunto de rituales, que de una forma u otra, marcaron el destino de esta celebración y lo que ella implica.

 

Sin embargo por estos tiempos, cada día hay una pérdida de identidad al respecto, seguramente será cada vez más difícil poder celebrar y recordar cuestiones que tengan que ver con un gaucho diferente al de hoy, con indios, con “sapos”, con sortijas, con yerras y otras costumbres, que día tras día, quedan muy lejanas para las nuevas generaciones.

 

Por eso, más allá de dichos rituales, que aún por ejemplo las provincias norteñas sostienen ferramente, donde el tiempo parece haberse detenido, donde la “Pacha Mama” está a la vuelta de la esquina y las vestimentas, la música, las comidas y la agenda diaria, no parece haber sido contaminada por toda la barbarie del desprecio a nuestras cosas.

 

Por eso, deberíamos intentar sobre todo los más alejados de todo esa historia, agiornar un poco algunos recuerdos y nuevas cuestiones que signifiquen recordar nuestra identidad, tal vez desde los más chicos, no cayendo en bailes o costumbres simplemente, sino recorriendo lugares, metiéndonos en sensaciones, en trabajos, en cuestiones más sencillas, que puedan ganar alguna simpatía, sin cerrarnos a creer que tradición es solo pericón, un poncho o un aparte campero.

 

La tradición para mí, está viva en muchos lugares olvidados, esperando simplemente que alguien por un instante, invite a despertarlos, recorriendo sus historias, sus huellas y sus antepasados. La tradición está viva, solamente hay que estar dispuestos a ir a buscarla.

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