Sencillamente, gracias!

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Estoy en una etapa de mi vida donde nada es más importante que ser agradecido. No se trata de dar gracias de forma indiscriminada, sino de hacer un ejercicio de observación y sinceridad para identificar todo aquello de lo cual estamos profundamente agradecidos.

 

En la noche del viernes pasado, rodeado de más de 400 personas que colmaron el salón del Club Darregueira, pude hacer ese ejercicio sincero, porque me sentí profundamente emocionado e identificado con la gratitud que la gran familia de La Emancipación me prodigó en palabras y en afecto, además de un hermoso presente para con mi persona y para con mi esposa Mirta, manifestando que era un “reconocimiento a la trayectoria”.

 

Una trayectoria que también comparto con esa entidad de Darregueira, como con el resto de las familias que componen las cooperativas con las que he interactuado por espacio de 43 años y que me permitió sentir su calidez, ese abrazo sincero, ese apretón de manos fuerte y recio de quienes hacen de ello un simbolismo de la amistad, de la transparencia, del trabajo de sol a sol, del servicio.

 

Por eso, el viernes 14 quedará impreso en mi mente y en mi corazón como un enorme ¡Gracias!, que La Emancipación, representada por su presidente Dalmacio Hippener, el expresidente Luis Giraudo y el gerente Miguel Ángel “Nito” Rodríguez, me ofrecieron, y que también tuvo mi correspondiente respuesta de gratitud, por tantos años de labor mancomunada defendiendo lo más importante en nuestra misión de cooperativistas: a las familias productoras y consumidoras, anteponiendo a ese servicio de satisfacción de necesidades, valores y principios que nos diferencian en la búsqueda de un mundo mejor.

 

Cuando alguien comienza a retirarse poco a poco de la actividad que ejerció toda su vida, nos pasa lo que el Eduardo Galeano escribió en “Ventanas sobre la Memoria”: "A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.

 

Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla".

 

Anteanoche, la gente de La Emancipación me ayudó a entregar esa vasija armada durante 43 años de trabajo en ACA y compartido con cientos de Cooperativas, a una nueva generación que se abre camino y que seguramente comenzará a incorporarla a su propia arcilla.

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